Page 278 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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274 EXPEDICION CONTRA LOS ESCITAS
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en estos territorios.
Salió de Maracanda en dirección nordeste, para alcanzar las márgenes del
Tanais, al que los naturales del país llamaban el Jaxartes, el gran río. La calzada
militar de Maracanda a Cirópolis, la última ciudad del imperio, situada casi
en la margen meridional del Tanais, pasa por los desfiladeros de las montañas
oxianas, habitadas en aquel entonces por tribus de salteadores, por las tierras de
Uratube. Fué aquí donde algunos destacamentos de macedonios, habiéndose
perdido en las montañas en que se internaron en busca de forraje para las bes
tias, se vieron asaltados por los bárbaros y pasados a cuchillo o tomados prisio
neros. Alejandro salió inmediatamente en su persecución, al frente de sus tropas
ligeras. Los bárbaros, como unos 30,000 hombres armados, habíanse replegado
sobre sus montañas, escarpadas y provistas de castillos, desde las que rechazaron
con dardos y piedras los violentos y repetidos ataques de los macedonios; entre
los muchos heridos contábase el propio Alejandro, a quien un flechazo fracturó
la tibia; encolerizadas ante este hecho, sus tropas ligeras lograron, por fin, con
quistar la disputada altura. La mayoría de los bárbaros fueron degollados; otros
precipitáronse desde lo alto de las escarpadas rocas para estrellarse en el abismo;
sólo quedaron con vida unos 8,000, quienes se sometieron al vencedor.
En seguida, Alejandro avanzó de aquella región montañosa hacia el norte,
sin encontrar resistencia. La peculiar fisonomía de esta región, la Ferghana, la ha
convertido en todo tiempo en una importante frontera de pueblos y en baluarte
de la cultura oriental contra las hordas de las estepas turquestanas. Flanqueada
al sur y al este por potentes montañas y al norte por el gran río y los macizos
montañosos que acrecientan el caudal de éste con sus aguas, sólo es asequible
a las irrupciones extranjeras por el oeste y el noroeste. Claro está que por este
lado se halla bajo el acecho de las vastas estepas que se extienden a ambos lados
del Jaxartes inferior, pobladas en la antigüedad por las hordas nómadas de todo el
conjunto de tribus que los antiguos solían agrupar bajo el nombre común de esci
tas; son los turamos de la antigua leyenda persa, contra cuyas invasiones se levan
taron ya en tiempos muy remotos aquella serie de recias ciudadelas fronterizas
que, a través de nuevas y nuevas situaciones étnicas, han conservado su impor
tancia hasta llegar a nuestros días. Alejandro se encontró con siete plazas forti
ficadas de éstas, situadas a pocas millas de distancia las unas de las otras, en el
“borde de la estepa”; la más importante de todas era la de Cirópolis, mayor y
más reciamente fortificada que las otras y que pasaba por ser la fortaleza principal
del país. Alejandro situó en aquellos desfiladeros guarniciones macedonias, mien
tras él, acompañado de su ejército, acampaba a unas cuantas horas de allí, hacia
el nordeste, en el lugar en que el río, virando bruscamente hacia el norte, forma
las últimas barrancas, para buscar luego su camino a través de la estepa arenosa.
Alejandro dióse perfecta cuenta de la importancia estratégica de aquel lugar, for
taleza natural fronteriza contra las hordas rapaces del desierto; desde allí era
fácil hacer frente a los ataques de los escitas en el norte y en el oeste; aquel punto