Page 281 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
P. 281

SUBLEVACION  EN  LA  SOGDIANA                277

      seco,  era  un  magnífico  portillo  para  deslizarse  dentro.  Mandó  a  los  hipaspistas,
      los  agríanos  y  los  arqueros  situarse  cerca  de  la  puerta  más  próxima,  mientras  él
      mismo, acompañado  de  unos pocos,  se  deslizaba  dentro  de la  ciudad  por  el  cauce
      del  río,  corría  a  la  puerta  convenida,  la  abría  por  dentro  y  daba  entrada  a  sus
      tropas.  Los  bárbaros,  aun  dándose  cuenta  de  que  ya  todo  estaba  perdido,  lanzá­
      ronse  sobre Alejandro  con  una  furia  salvaje;  en  la  sangrienta  refriega  fueron  he­
      ridos el propio Alejandro,  Crátero y muchos  de los  oficiales,  pero aquello  no  hizo
      más que exacerbar la  violencia  del ataque  macedonio;  mientras  aquel  primer gru­
      po de atacantes llegaba  a la plaza  de la  ciudad,  los  demás  habían  escalado  ya  los
      muros.  Los  defensores  de  la  ciudad,  viéndose  cercados  por  todas  partes,  fueron
      a refugiarse en la  ciudadela;  para  entonces habían  tenido  ya  unos ocho  mil  muer­
      tos.  Alejandro  mandó  sitiar  la  ciudadela  inmediatamente;  poco  tiempo  después
      y sin gran lucha,  los  sitiados  se  rendían  por  falta  de  agua.
          Después de la caída  de esta ciudad no había que esperar una  gran  resistencia
      por parte de la  séptima y última  fortaleza  que  no  se  había  rendido  aún.  Según  el
      relato  de  Tolomeo,  se  entregó  a  merced  del  vencedor  siri  esperar  siquiera  a  que'
      léTaatacase;  según otras fuentes,  también ella hubo de ser tomada por asalto y su
      población fué acuchillada. Como quiera que fuese, no cabe duda de que Alejandro
       tenía  que  proceder  contra  los  insurgentes  de  esta  región  con  tanta  mayor  seve­
      ridad  cuanto  mayor  era  la  importancia  estratégica  del  territorio  cuya  posesión  se
      ventilaba;  tenía  que asegurar y hacer  respetar a  toda  costa la  ocupación  de  aque­
      llas tierras que eran paso obligado y sin las cuales no cabía  ni pensar en afirmar la
       dominación  de  la  Sogdiana;  la  sangre  del  tenaz  adversario  y  la  destrucción  de  lo
       viejo eran el precio pagado por la introducción de las  nuevas  corrientes que habían
       de transformar por siglos la vida de la  Transoxiana.
           Con la  sumisión de las  siete plazas  fortificadas,  de las  que  salió bajo  cadenas
       la  parte  de  la  población  superviviente  para  ser  asentada  en  la  nueva  ciudad  de
       Alejandría,  fundada en las  orillas  del Tanais, Alejandro había  conquistado  la libre
       retirada  hacia  la  Sogdiana;  era  ya  hora  de  acudir  en  ayuda  de  la  guarnición
       apostada  en  Maracanda  y  sitiada  por  Espitámenes.  Pero  las  hordas  escitas,  esti­
       muladas  por la  sublevación  de  las  siete  ciudades,  habíanse  concentrado  ya  en  la
       margen  septentrional  del  río,  dispuestas  a  asaltar  al  ejército  en  retirada;  y  si  Ale­
       jandro  no  quería  renunciar  a  todas  las  ventajas  conseguidas  en  el  Tanais  y  a  un
       porvenir  de  nuevo  poder  y  nueva  gloria,  no  tenía  más  remedio  que  consolidar
       ahora  del modo  más  completo las  posiciones  ganadas  junto  al  río  y  hacer  desistir
       a los  escitas,  de  una  vez para  siempre,  de  su  afición  por  las  invasiones,  antes  de
       retirarse  a  la  Sogdiana;  por  el  momento,  bastaría  con  enviar  unos  cuantos  miles
       de  hombres  a  levantar  el  cerco  de  Maracanda.  En  término  de  unos  veinte  días
       estaban  listas  las  obras  de  la  nueva  ciudad  para  las  necesidades  más  urgentes  y
       levantadas las viviendas  más  indispensables  para los  primeros  colonos;  un  número
       de  veteranos  macedonios,  una  parte  de  los  mercenarios  griegos,  todos  los  bárba­
       ros  de  los  contornos  que  quisieron  y  las  familias  llevadas  allí  a  la  fuerza  de  ks
       fortalezas  destruidas  formaron  la  primera  población  de  esta  ciudad,  a  la  que  el
   276   277   278   279   280   281   282   283   284   285   286