Page 344 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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CAPITULO  IV
       EZ retorno.—La flota en las aguas del Acesines.—Partida de  la flota.—Lucha con­
           tra los mdios.—La vida de Alejandro en peligro.—Combates en él bajo Indo.
           —Ultimos combates cerca del delta del Indo.—Partida  de  Cráter o.—Marcha
           de  Alejandro  hacia  el  océano.—Nearco,  puesto  al  frente  de  la  flota.

       C o r r ía n ,  sobre  poco  más  o  menos,  los  últimos  días  del  mes  de  agosto  del  326
       cuando  el  ejército  macedonio  se  dispuso  para  emprender  su  regreso  desde  las
       márgenes  del  Hifasís.  Antes  de  partir,  el  ejército,  por  orden  del  rey,  erigió  en
       las  orillas  del  río  doce  grandes  altares  en  forma  de  torres,  como  testimonio  de
       gratitud  hacia  los  dioses  que  lo  habían  llevado  victorioso  hasta  aquellas  tierras
       y  para  dejar  allí  un  recuerdo  perdurable  de  Alejandro  y  de  su  ejército.  El  rey
       hizo  sus  ofrendas  en  aquellos  altares,  mientras  sus  tropas  festejaban  la  partida,
       a  la  usanza  helénica,  con'fiestas  y  torneos  de  todas  clases.

                                   EL  RETORNO
           Hecho  esto,  el  ejército  partió  hacia  el  oeste.  El  camino  atravesaba  tierras
       amigas;  sin  otro  contratiempo  que  las  lluvias  persistentes,  las  tropas  llegaron  al
       Hiarotis  y,  después  de  cruzar  este  río,  a  través  de  la  Gandaritis,  a  las  orillas
       del  Acesines;  allí,  en  el  lugar  por  el  que  se  cruzaba  el  río,  alzábase  ya  la  ciudad
       que  Efestión  había  quedado  encargado  de  erigir.  Alejandro  concedió  a  sus  tro­
       pas  un  pequeño  descanso,  tanto  para  emprender  los  preparativos  necesarios  para
       la  navegación por él  Indo  y la  salida .al  “gran  mar”  como  para  colonizar la  nueva
       ciudad,  para lo  cual  se  hizo  un llamamiento  a  los  hindúes  de  los  contornos  y,  al
       mismo  tiempo,  se  instaló  allí  a  los  soldados  que  no  se  hallaban  ya  en  condicio­
       nes  de  seguir  peleando.
           Durante  aquellos  días  presentáronse  el  hermano  del  príncipe  Abisares  de
       Kachmir  y  otros  pequeños  príncipes  de  las  tierras  altas,  todos  ellos  con  muchos
       y  valiosos  regalos,  para  ofrecer  sus  respetos  al  gran  rey;  Abisares  enviaba  treinta
       elefantes  y,  en  respuesta  a  la  orden  recibida  de  Alejandro  para  que  compare­
       ciese  personalmente  ante  él,  le  aseguraba  su  sumisión  más  completa  y  se  excu­
       saba  de  no  acatar  la  orden  por  razón  de  una  enfermedad  que  le  impedía  aban­
       donar  el  lecho.  Y,  como  los  macedonios  enviados  por  Alejandro  a  Kachmir
       confirmaron  aquella  alegación  y  el  actual  comportamiento  del  príncipe  parecía
       garantizar  su  lealtad  futura,  se  le  respetó  su  principado  como  satrapía  y  se  le  in­
       dicó  el  tributo  que  en lo  sucesivo  habría  de  pagar,  a  la  par  que  se  incorporaba  a
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