Page 342 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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338                 EN  LAS  MARGENES  DEL  HIFASIS

      él, sin que el sentido o la importancia  de  esta verdad pudieran  impugnarse  aun  su­
      poniendo que tuviéramos razones para dudar de que su propia visión o la fuerza  de
      las  circunstancias hubiesen  obligado  a Alejandro  a  adoptar  esta  decisión.  Razone­
      mos  brevemente la  afirmación  que  acabamos  de  hacer.  A  medida  que  se  desarro­
      llaba  la  expedición  hacia  el  oriente,  el  occidente  quedaba  poco  menos  que  aban­
      donado;  ya  llegaban  de  las  provincias  persas  y  sirias  informes  de  los  que  se
      desprendía  con  gran  claridad  a  qué  resultados  podía  conducir  el  hecho  de  que
      el rey siguiera alejándose del centro  de  su imperio, y con  él su  ejército;  desórdenes
      de  todas  clases,  actos  de  opresión  y  despotismo  contra  los  súbditos,  los  excesos  y
      arrogancias  de  los  sátrapas,  las  peligrosas  ambiciones  y  las  tentativas  criminales
      de los grandes persas y macedonios,  que  iban sintiéndose  sustraídos  a  toda  vigilan­
      cia  y  a  toda  responsabilidad  a  medida  que  Alejandro  avanzaba  hacia  el  Indo,  se
      habrían  desatado  sin  peligro  alguno  para  ellos  si  Alejandro  hubiese  emprendido
      su  nueva  expedición  al  Ganges  y  habrían  conducido,  tal  vez,  a  una  completa  des­
      integración  de  aquel  imperio,  que  distaba  todavía  mucho  de  hallarse  afianzado.
      Y,  aun suponiendo  que el  extraordinario  espíritu  de Alejandro hubiera  sido  capaz
      de empuñar firmemente las riendas del poder desde el remoto oriente,  nada habría
      puesto  más  en  peligro  la  existencia  del  imperio  que  los  éxitos  logrados  junto  al
      Ganges,  más  cuanto  mayores  fueran  éstos;  la  extraordinaria  extensión  de  aquellas
      tierras habría  exigido  una  inversión  desproporcionada  de  fuerzas  occidentales  para
       guarnicionarlas  y,  al  fin  y  al  cabo,  habríase  visto  que  era  imposible  lograr  la  ver­
       dadera  sumisión y  fusión  de  aquellos  territorios  con  los  del  imperio.
          A lo  que acabamos  de exponer añadíase  otra  circunstancia.  Las  tierras  orien­
       tales  de la India  se hallan  separadas  del  país  de los  cinco  ríos  por  un  desierto  de
       extensión  no  menor  que  la  de  la  península  del  Asia  Menor;  este  triste  desierto
       en  que  no  crecen  un  árbol  ni  una  hierba,  en  que  no  hay  más  agua  que  el  agua
       salobre  de  los  pozos,  escasos  y  escondidos  no  pocas  veces  a  una  profundidad  de
       trescientos  pies,  intransitable  por  las  arenas  volanderas  y  el  polvo  ardiente  que
       flota  en  el  aire sofocante  y  más  mortífero  aún  por  el  cambio  brusco  entre  el  ca­
       lor del día y el frío  de la  noche,  es  el baluarte casi inexpugnable  que protege  a las
       tierras  del  Ganges  de  las  invasiones  del  occidente.  Sólo  había  entonces  un  ca­
       mino  que,  viniendo  del  norte  y  bordeando  la  cordillera  del  Imao,  iba  desde  el
       Hifasis  y  el  Hesudros  hasta  las  fuentes  del  Ganges,  camino  del  que  los  orien­
       tales  decían  con  razón  que  era  un  lazo  demasiado  tenue  para  unir  el  grande  y
       riquísimo  país  del  Ganges  con  la  corona  de  Persia.
           Finalmente,  bien  podemos  afirmar  que  la  política  de  Alejandro,  si  la  segui­
       mos  desde  el  momento  en  que  pone  el  pie  en  territorio  de  la  India,  lleva  con
       seguridad  a  la  conclusión  de  que  no  estaba  en  sus  designios  convertir  el  país  de
       los  cinco  ríos,  y mucho  menos  las  tierras  del  Ganges,  en  parte  directa  de  su  im­
       perio.  La  frontera  natural  del imperio  de  Alejandro  era  la  satrapía  índica  creada
       al  oeste del  Indo;  dueño  de los  desfiladeros  del  Cáucaso  índico  domina,  al  norte,
       las tierras del  Oxo y del Sogd, y al sur las de  Cofen y el  Indo;  los  dominios  situa­
       dos  al  este  del  Indo  habrían  de  permanecer  en  régimen  de  independencia  bajo
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