Page 337 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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EN LAS MARGENES DEL HIFASIS 333
llevaban ya mucha delantera y sólo cayeron en sus manos unos cuantos centena
res que se habían quedado atrás, agotados por la fatiga y que fueron extermina
dos sin piedad por sus perseguidores. Alejandro retornó a Sangala; la ciudad fué
reducida a cenizas y su territorio distribuido entre las tribus vecinas que se habían
sometido sin lucha y en las cuales se apostaron guarniciones enviadas por el rey
Poro.
Después del castigo de Sangala y del terror difundido por los exagerados
rumores sobre la crueldad de los conquistadores extranjeros, Alejandro supo apa
ciguar los espíritus con medidas de generosidad e indulgencia, siempre que se le
presentaba la ocasión para ello. Pronto no fué necesario recurrir a las armas, pues
dondequiera que Alejandro se presentaba sometíase voluntariamente y de buena
gana la población. Luego penetró en el territorio del príncipe Sopeites*, cuyos
dominios se extendían por sobre las primeras cadenas montañosas del Imaos y
hasta la región de las minas de sal, en las fuentes del Hifasis. El ejército llegó a la
capital del reino en la que, según se sabía, estaba Sopeites; las puertas de la ciudad
estaban cerradas y en las almenas no se veía ningún hombre armado; ya empeza
ba a pensarse si la ciudad estaría abandonada o si se trataría de alguna traición.
De pronto, abriéronse las puertas de la ciudad y salió a recibir al rey y rendirle
pleitesía el príncipe Sopeites con todos los arreos abigarrados y brillantes de un
rajá indio, vestido con ropas de colores claros y adornado con collares de perlas,
piedras preciosas y preseas de oro, a los sones de una pintoresca música, seguido
de un brillante cortejo y con profusión de valiosos regalos, entre los que se desta
caba una trailla de perros-tigres. Fué confirmado en sus derechos de príncipe y
en sus dominios, y aun parece que éstos le fueron ampliados. Después de esto,
Alejandro siguió al vecino reino del príncipe Fegeo, y también este reyezuelo se
apresuró a presentarle sus homenajes y sus obsequios, a cambio de lo cual fué
respetado en sus títulos y dignidades. Estas tierras, las de Fegeo, eran las más
orientales que Alejandro había de pisar en su marcha triunfal por la India.
E L E JB R C IT O DE A LEJA N D RO E N LAS M A RGEN ES D EL HIFASIS
Estejpunto de la historia de Alejandro aparece extrañamente oscurecido en
la tradiciónjiistórica. Ni siquiera los datos externos se presentan de un modo sa-
Tisfactorio y unánime. Parece que algunos de los macedonios enviaron a su patria
informes inverosímiles; así, por ejemplo, parece que Crátero escribió a su madre
que habían llegado hasta el Ganges, habiendo encontrado aquel inmenso río lleno
de tiburones y con las aguas embravecidas como el mar. Otros, en cambio, ajus
tándose a la verdad, presentaban el Hifasis como el último límite de la expedición
macedonia por tierras indias; si bien, para explicar de algún modo por qué se
había puesto término a la conquista, derivaban de este último hecho, el del re
torno, una conexión causal que necesariamente tiene que ser acogida con gran
escepticismo, por grande que sea la veracidad de los informadores en otros as-
* Véase nota 15, al final.