Page 336 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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332 COMBATES CONTRA LAS TRIBUS LIBRES
ban de irrumpir hacia el lago, donde el cerco era menos apretado. Con objeto de
hacer fracasar el plan del enemigo, Alejandro hizo que tres ciliarquías de los
hipaspistas, todos los agríanos y una taxis de arqueros, al mando del somatofílace
Tolomeo ocuparan el lugar por donde pensaban atacar los sitiados, por creerlo el
más desguarnecido; ordenó a Tolomeo que, cuando los hindúes intentasen la sa
lida, se lanzasen sobre ellos con todas sus fuerzas y que, al mismo tiempo, tocasen
alarma, para que las demás tropas se pusieran en movimiento inmediatamente y
pudieran participar también en el combate. Tolomeo corrió a ocupar su posición
y a fortificarla lo mejor posible; mandó llevar la mayor cantidad posible de carros
de los que habían quedado indemnes el día antes y colocarlos de través y colocar
la mayor cantidad posible de estacas entre la muralla y la laguna, para entor
pecer el camino de los que intentasen huir entre las sombras. En estos trabajos
se pasó una buena parte de la noche. Por fin, como a la hora de la cuarta
guardia nocturna, se abrieron las puertas de la ciudad que daban al lago e irrum
pió el enemigo en tropel; Tolomeo tocó alarma inmediatamente y se puso
en el acto en movimiento con sus tropas, preparadas ya para aquella con
tingencia. Y mientras los hindúes buscaban el camino entre los carros y las esta
cas, Tolomeo se lanzó sobre ellos, y tras un combate bastante largo y desorde
nado, los obligó a refugiarse de nuevo en la ciudad.
Los sitados no tenían, pues, la menor posibilidad de huir. Al mismo tiempo,
llegó Poro, trayendo con él los elefantes que habían quedado útiles y 5,000 hin
dúes. Las máquinas de asalto estaban listas y fueron arrimadas a las murallas; éstas
fueron socavadas por varios sitios, con tan buen éxito, que en poco tiempo se
abrieron brechas en diversos lugares. Se tendieron las escalas y la ciudad fué toma
da por asalto. Pocos de los sitiados lograron salvarse; la inmensa mayoría de ellos
fueron aniquilados en las calles por los enfurecidos macedonios. Dícese que pere
cieron allí 17,000 indígenas, cifra que no es inverosímil, pues Alejandro, para
llevar a cabo la sumisión de aquella belicosa tribu, había dado órdenes de que se
pasase a cuchillo a todo el que llevase armas; los 70,000 prisioneros de que hablan
las fuentes debían de ser la población restante de la ciudad conquistada. Por su
parte, los macedonios tuvieron 100 muertos y una cantidad excepcionalmente
grande de heridos, entre ellos el somatofílace Lisímaco y muchos otros oficiales.
Inmediatamente después de la toma de la ciudad, Alejandro destacó al car-
diano Eumenes con 300 hombres de caballería para que se dirigiera a las otras
dos ciudades aliadas de los cáteos, anunciándoles la caída de Sangala e intimán
doles la rendición: si se sometían voluntariamente al rey no tendrían nada que
temer, como les ocurría a tantos otros hindúes, que empezaban a experimentar
ya los beneficios de su amistad con los macedonios. Pero los fugitivos de Sangala
habían llevado a aquellas ciudades las noticias más pavorosas sobre la crueldad
de Alejandro y el carácter sanguinario de sus soldados; nadie creía en las pala
bras de amistad del conquistador y los habitantes de las ciudades pusiéronse a
salvo, llevando consigo todo lo que pudieron de su ajuar. Noticioso de ello, Ale
jandro salió rápidamente de Sangala en persecución de los fugitivos; pero éstos