Page 333 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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COMBATES  CONTRA  LAS  TRIBUS  LIBRES           329

       reforzar  los  efectivos  tracios  que  servían  en  su  ejército,  púsose  en  marcha  hacia
       el  nordeste para  someter  a los  glausos  o  claucánicos,  como los  llamaban los  grie­
      gos,  que  poblaban  las  estribaciones  ricas  en  bosques  de  las  montañas  situadas
       por  encima  de  la  llanura,  movimiento  que  abría,  a  la  vez,  el  camino  por  las
       montañas  hacia  Kachmir.  Al  darse  cuenta  de  lo  que  se  avecinaba,  Abisares  se
      apresuró,  por  fin,  a  hacer  todo  lo  posible  por  congraciarse  con  Alejandro  y  obte­
       ner  su  perdón;  por  medio  de  una  embajada  presidida  por  su  propio  hermano,
      sometió  su  persona  y  su  país  a  la  merced  del  rey  macedonio;  y,  como  prueba
       de  sumisión  y amistad,  le  envió  un  regalo  de  cuarenta  elefantes.  Alejandro  no  se
       dejaba  engañar  fácilmente  con  buenas  palabras;  ordenó  que  Abisares  en  persona
       compareciese  inmediatamente  ante  él  bajo  la  amenaza  de  que,  de  no  obedecer,
       iría  él  mismo  a  buscarlo  a  la  cabeza  de  un  ejército  macedonio.  Mientras  tanto,
       siguió  internándose  en  las  montañas.  Los  glausos  se  sometieron  sin  lucha;  su
       territorio,  ricamente  poblado  —contaba  37  ciudades,  ninguna  de  las  cuales  tenía
       menos  de  5,000  habitantes,  habiendo  varias  de  más  de  10,000,  aparte  de  gran
       número  de aldeas  y poblados—,  fué  adjudicado  al  príncipe  Poro.  Los  bosques  de
      esta  región  ofrecían en  abundancia  lo  que  Alejandro  deseaba;  mandó  cortar  gran
       cantidad  de  madera  y  enviarla  por  el  río  a  las  nuevas  ciudades  de  Bucéfalo  y
       Nicea,  donde  bajo  la  dirección  de  Crátero  debía  construirse  la  gran  flota  fluvial
       en  la  que,  después  de  sometida  la  India,  pensaba  descender  navegando  por  el
       Indo  hasta  el  mar.
           El  ejército  descendió  por  el  este  hacia  las  márgenes  del  Acesines;  había  lle­
       gado  a  Alejandro  la  noticia  de  que  el  príncipe  Poro  de  Gandaritis,  preocupado
       por las  relaciones  de  amistad  que  ahora  unían  a  su  tío  con Alejandro  y  desespe­
       rando  de  que  se le  perdonasen  las  intenciones  malévolas  de  su  sumisión  y  servi­
       lismo,  había reunido la mayor cantidad posible  de  gentes armadas y  gran número
       de tesoros y había  huido  hacia  el  país  del  Ganges.  Al  llegar  a  las  orillas  del  cau­
       daloso  Acesines,  Alejandro  envió  al  príncipe  Poro  de  vuelta a su  país,  con  el  en­
       cargo  de  reclutar tropas y  enviárselas  con  todos los  elefantes  que  habían  quedado
       en  condiciones  de  seguir  peleando  después  de  la  batalla  del  Hidaspes.  Después,
       cruzó  con su  ejército  aquel  río,  que  venía  crecidísimo  y  se  despeñaba  entre  rocas
       con  una  anchura  de  cerca  de  tres  cuartos  de  hora  y  cuya  corriente,  impetuosa  y
       llena  de  remolinos,  había  sido  fatal  para  más  de  uno  que  había  pretendido  atra­
       vesarlo  en  barca;  los  macedonios  lo  cruzaron  sin  contratiempo  en  sus  balsas
       hechas  de  pieles  rellenas  de  paja.  Coino,  con  su  falange,  se  quedó  en  la  orilla
       izquierda para  cuidar del paso  del río por la  parte  del ejército que venía  detrás  y
       traer  de  las  tierras  de  Poro  y  Taxiles  todo  lo  necesario  para  el  abastecimiento
       del gran ejército.  Mientras  tanto,  Alejandro  seguía  avanzando  a  toda  marcha  por
       la  parte  norte  de  la  Gandaritis  en  dirección  al  este,  sin  encontrar  resistencia.
       Confiaba  en  dar  alcance  todavía  al  desleal  Poro  (al  príncipe  de  la  Gandaritis);
       en  las  plazas  más  importantes  fué  dejando  guarniciones,  con  el  encargo  de  que
       aguardasen a las tropas rezagadas de Crátero y Coino. En el Hiarotis, río que mar­
       caba  la  frontera  oriental  de  la  Gandaritis,  fué  destacado  hacia  el  sur  Efestión
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