Page 328 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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324 BATALLA DEL HIDASPES
ría. Estas, ardiendo en deseos de medirse con el enemigo, llegaron a la carrera; para
que descansaran un poco y para tener a raya al enemigo hasta que estuviesen for
madas, la caballería hubo de entretenerlo durante algún tiempo, adelantándose
aquí y allá. Por fin, se formó en orden de batalla la infantería, a la derecha el con
tingente de nobles de Seleuco, en seguida la agema y a continuación las demás ci-
liarquías al mando de Antigono, en total unos 6,000 hipaspistas, a la izquierda de
los cuales venía la infantería ligera al mando de Tauron; todas estas fuerzas reci
bieron órdenes de no entrar en acción hasta que no viesen que el ala izquierda del
enemigo cedía ante el ataque de la caballería y que la infantería de la segunda
línea presentaba señales de desconcierto.
Ya los jinetes con los que Alejandro había decidido atacar, las hiparquías de
Efestión y Pérdicas y los tiradores dahos, con unos 3,000 hombres, avanzaban
rápidamente al sesgo, al paso que Coino, al frente de la agema y de la hiparquía
de Demetrio, se desplazaba más hacia ¡a derecha, con instrucciones para lanzarse
sobre la espalda de la caballería enemiga del ala de enfrente, cuando viera que co
rría en ayuda de sus compañeros, estremecidos por el primer golpe.
Apenas Alejandro estuvo al alcance de los dardos de la línea de la caballería
enemiga, hizo que avanzasen al galope los 1,000 dahos para desconcertar a la ca
ballería hindú con una granizada de flechas y la furia de sus impetuosos caballos.
Mientras tanto, él se desplazaba con su gente más hacia la derecha, hacia el flanco
de los jinetes enemigos, para lanzarse con toda la violencia posible sobre ellos, an
tes de que, desconcertados por el ataque de los dahos, tuvieran tiempo de ponerse en
línea y de enfrentársele. El enemigo, viéndose ante aquel peligro inminente, corrió
a concentrar su caballería y a hacerla avanzar para asestar al enemigo un contra
golpe. Pero Coino, cumpliendo la orden recibida, salió inmediatamente al galope
para caer sobre la espalda del enemigo montado que tenía en frente, en el preciso
momento en que viraba hacia la derecha. Los hindúes, a quienes este segundo
peligro pillaba completamente de sorpresa y que se veían embarazados en sus
movimientos, intentaron formar un doble frente para dar la batalla a las dos
masas de caballería enemiga que los amenazaban a un tiempo; y como Alejandro
aprovechó rápidamente el momento de aquel cambio de frente para atacar, les fué
imposible esperar el golpe que se venía sobre ellos y huyeron para refugiarse detrás
de la sólida línea de los elefantes. Entonces, Poro ordenó que una parte de estas
bestias fuese lanzada contra la caballería enemiga; los caballos macedonios, al oír
sus furiosos bramidos, retrocedieron acobardados. Pero, al mismo tiempo, avanzaba
a paso de carga la falange de los hipaspistas; los otros elefantes de la línea fueron
lanzados contra ella y se trabó un combate encarnizadísimo; los elefantes rompían
las líneas más compactas y las aplastaban, descargaban sus trompas como mazas y
trituraban con sus dientes cuanto encontraban a su paso; las heridas recibidas sólo
servían para enfurecerlos más todavía. Pero las macedonios no retrocedían, sino
que, con las líneas ya deshechas, luchaban como en cuerpo a cuerpo con las temi
bles fieras, sin conseguir más éxito que el de no haber sido todavía aplastados o
desalojados del terreno. Los jinetes hindúes, animados por los avances de los