Page 327 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
P. 327

BATALLA  DEL  HIDASPES                    323

      tía en los  doscientos elefantes,  cuyo  efecto prometía  ser tanto  más  temible cuanto
      que la caballería, a la que Alejandro fiaba el  éxito  de la batalla,  no  estaba  en con­
      diciones de poder sostener el campo  frente a  aquellas bestias.
          En realidad,  un ataque bien  dirigido habría  debido  aplastar  irremisiblemente
      a  los  macedonios;  para  ello,  los  elefantes  habrían  debido  ser  lanzados  con  furia
      contra la línea enemiga y,  protegidos  con fuerte lluvia  de  dardos  por  los  distintos
      destacamentos  de la  infantería  y los  arqueros,  desalojar  del  campo  a  la  caballería
      y aplastar a la  falange,  tras  de lo  cual la  caballería  hindú  y los  carros  de  combate
      habrían podido salir en persecución  del enemigo  puesto  en  fuga  y  cortarle la  reti­
      rada por el río. Hasta la extensión extraordinaria de la línea de batalla,  que rebasa­
      ba considerablemente al enemigo por las dos alas, habría podido conseguir un gran
      éxito  si  los  carros  de  combate  y  la  caballería  de  los  dos  extremos,  lanzándose  si­
      multáneamente al ataque al  mismo tiempo  que los  elefantes  se ponían en  marcha
      con todo ímpetu, cogían de flanco al enemigo por las dos partes. En todo caso, Poro
      debió lanzarse al ataque tan pronto como avistó al enemigo, para no perder la ven­
      taja  de la  ofensiva,  y  sobre  todo,  para  no  dejar  que  el  enemigo  pudiera  elegir  el
      punto por donde había de atacar. Pero no lo hizo así; Alejandro se aprovechó de su
      vacilación  para  adelantársele  y  supo  explotar,  por  su  parte,  todas  las  coyunturas
      para enfrentarse al enemigo con la circunspección y la audacia que hubo  de derro­
      char al objeto de  contrarrestar la  gran  superioridad de  fuerzas  que  tenía  enfrente.
          Desde  el  punto  de  vista  del  volumen,  su  pequeño  ejército  no  representaría
      más de la cuarta parte de las  fuerzas  que se alineaban en el  campo  enemigo,  con
      sus  elefantes  y  los  carros  de  combate  que  flanqueaban  las  dos  alas  de  su  frente.
      Lo mismo que en sus batallas anteriores, hubo de atacar en línea diagonal, lanzán­
      dose  con toda  su  furia  sobre  un  determinado  punto.  Dadas  las  condiciones  de  la
      batalla,  no  tenía  más  remedio  —y  la  calidad  de  sus  tropas  le  permitía  hacerlo—
      que  lanzarse  sobre  el  enemigo  en  formación  aparentemente  dispersa  frente  a  la
      torpe masa de aquél, esperando luego a que, por efecto de la penetración victoriosa
      de un destacamento suelto de sus tropas, los demás se concentrasen en el sitio y el
      momento  oportunos.  Y como la  superioridad  del  enemigo  consistía  precisamente
      en  los  elefantes,  era  necesario  que  el  golpe  decisivo  evitase  la  presencia  de  estas
      bestias;  el ataque  debía  ser lanzado  sobre  el  punto  más  débil  de  la  línea  enemiga
      y,  para  que  triunfase  por  completo,  debía  ejecutarlo  aquella  parte  de  su  ejército
      cuya superioridad estuviese a  cubierto  de  toda  duda.  Alejandro  disponía  de  5,000
       hombres  de  caballería,  mientras  que  el  enemigo  sólo  tenía  4,000,  2,000  en  cada
      ala,  los  cuales,  por  encontrarse  demasiado  alejados  entre  sí  para  poder  ayudarse
       mutuamente  con  la  rapidez  debida,  contaban  con  la  equívoca  protección  de  los
       150 carros de combate apostados en las puntas  de las  dos alas.  Los  usos  de  guerra
      macedonios, de una parte, y de otra el deseo  de atacar lo más cerca posible del río
       para  no  alejarse  demasiado  de  las  tropas  de  Crátero,  apostadas  en  la  otra  orilla,
      movieron a Alejandro a escoger el ala derecha de sus fuerzas para abrir el combate.
      Tan pronto como vió a lo lejos la línea de batalla de los hindúes ya formada, orde­
      nó a su caballería hacer alto, para dar tiempo a que llegaran las fuerzas de infante­
   322   323   324   325   326   327   328   329   330   331   332