Page 324 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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320                    GUERRA  CONTRA  PORO

        obstáculo  que  podía  entorpecer  el  éxito  de  un  ataque  de  caballería.  Otro  cuerpo
        de  ejército,  formado  por  las  falanges  de  Meleagro,  Gorgias  y  Atalo,  y  por  los
        mercenarios  de  a  pie  y  de  a  caballo,  avanzó  río  arriba  como  milla  y  media,  con
        instrucciones para pasar el río, formados  por cuerpos,  tan pronto  como viesen que
        la  batalla  había  comenzado  en  la  otra  margen.  Por  su  parte,  Alejandro,  con  las
        liiparquías  de  Efestión,  Pérdicas  y Demetrio,  la  agema  de  caballería  al  mando  de
        Coino,  los  jinetes  escitas,  bactrianos  y  sogdianos,  los  arqueros  dahos  de  a  caba­
        llo,  las  ciliarquías  de  los  hipaspistas,  las  falanges  de  Clito  y  Coino,  los  agríanos
        y  los  arqueros,  partió  del  campamento  al  amanecer.4  Las  lluvias  persistentes  y
        torrenciales  embarazaban  todos  estos  movimientos  de  las  tropas,  pero  al  mismo
        tiempo  los  ocultaban  a  la  vista  del  enemigo.  Para  mayor  seguridad,  Alejandro
        fué  por  detrás  de  las  alturas  cubiertas  de  bosques  que  bordeaban  la  orilla  hasta
        el  sitio  elegido  para  cruzar  el  río.  Llegó  allí  a  la  caída  de  la  tarde;  las  embarca­
        ciones  que  Coino  había  traído  desde  el  Indo  desmontadas  habíanse  puesto  ya
        en  condiciones  de  ser  utilizadas  al  amparo  del  boscaje,  sin  que  el  enemigo  las
        descubriera,  y  había  también  gran  abundancia  de  pieles  y  vigas  para  utilizarlas
        a guisa  de  balsas;  los preparativos  para  el  cruce  del  río,  la  botadura  de  las  barcas,
        la  operación  de  forrar las  pieles  con  paja  y  estopa,  de  coserlas  y  de  atarlas  a  las
        vigas  para  formar  las  balsas,  entretuvieron  a  las  tropas  durante  toda  la  noche;
        los  chaparrones  torrenciales,  acompañados  de  un  viento  huracanado,  impedían
        que  se oyese  de  la  otra  orilla  el  ruido  de  las  armas  y  lo?  hachazos  de  los  carpin­
        teros;  y  el  espeso  bosque  del  saliente  de  la  montaña  y  de  la  isla  ocultaba  las
        hogueras  de los  macedonios.
            Hacia  el  amanecer  se  calmó  la  tormenta  y  cesó  la  lluvia;  las  aguas  del  río
         estrellábanse,  espumeantes,  contra  las  altas  orillas  de  la  isla.  El  ejército  había
         de  cruzarlo  un  poco  más  arriba.  El  rey,  acompañado  de  los  oficiales  de  la  guar­
         dia Tolomeo,  Pérdicas,  Lisímaco y Seleuco,  que mandaba los  “hipaspistas  reales”,
         encontrábase ya  a  bordo  del barco  de  treinta  remeros  que  rompía  la  marcha;  en
         otros barcos iguales seguían los demás hipaspistas;  en barcas, botes, barcazas y bal­
         sas  la  caballería  y  la  infantería;  en  total,  4,000  jinetes,  1,000  arqueros  de  a
         caballo,  casi  6,000  hipaspistas  y,  finalmente,  la  infantería  ligera,  los  agríanos,  los
         acontistas  y los  arqueros  de  a  pie,  con  un  total  de  unos  4,000  hombres.  Las  dos
         falanges  quedáronse  en  la  orilla  derecha  para  cubrir  la  operación  y  vigilar  el  ca­
         mino  de  Kachmir.  Ya  los  dos  barcos  grandes  surcaban  las  aguas  a  la  altura
         de las  elevadas  y boscosas  orillas  de  la  isla;  en  aquel  momento  viéronse  los  jine­
         tes  de los  puestos  de  avanzada  del  enemigo  que,  al  darse  cuenta  de  lo  que  ocu­
         rría,  retrocedieron  al  galope  a  campo  traviesa.  Los  macedonios  encontraron,
         pues, la orilla enemiga desguarnecida  de  defensores y sin nadie que  pudiera  impe­
         dir  el  desembarco;  Alejandro  fué  el  primero  en  saltar  a  tierra,  seguido  por  sus
         acompañantes; tras ellos, atracaron a la orilla los otros barcos grandes y en seguida
         las embarcaciones que conducían a la  caballería y al resto  del ejército;  sin pérdida
         de  momento  formáronse  todos  en  columna  de  marcha,  para  seguir  avanzando;
         en  este  instante  diéronse  cuenta  de  que  estaban  en  una  isla;  la  fuerza  de  la
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