Page 320 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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316                  MARCHA  HACIA  EL  HIDASPES

        al noroeste la poderosa  cordillera nevada  que marcaba la frontera de  Kachmir y  al
        sur  las  vastas  y  fértiles  llanuras  que  se  extienden  entre  el  Indo  y  el  Hidaspes.
        Como una hora antes de llegarla la ciudad de Taxila, los macedonios,  asombrados,
        vieron  por  primera  vez  a  los  penitentes  indios  que,  desnudos,  solitarios  e  inmó­
        viles bajo los ardorosos rayos del sol de mediodía  como en medio  de las  tormentas
        de  la  época  de  lluvias,  cumplían  sus  votos  sagrados.


                  M ARCHA  HACIA  E L   RIO  HIDASPES.  E L   PR IN C IPE  DE  TAXILA
            Cuando  Alejandro  se  acercaba  a  la  ciudad,  salió  a  recibirle  el  príncipe  en
        medio  de  gran  pompa,  con  elefantes  enjaezados,  columnas  de  gentes  armadas  y
        música  guerrera;  y  cuando  el  rey  ordenó  a  su  ejército  hacer  alto  y  formarse,  el
        príncipe se destacó  de, la  formación  de  sus  tropas,  corrió  hacia  Alejandro  y le  sa­
        ludó con las mayores  reverencias,  ofreciéndole su persona y  su  reino.  En  seguida,
        Alejandro,  a la  cabeza  de  su  ejército  y  teniendo  a  su  lado  al  príncipe  de  Taxila,
        entró  en  la  suntuosa  ciudad  que  servía  a  éste  de  residencia.  Celebráronse  una
        serie  de  fiestas  en  honor  del  gran  rey,  realzándose  su  esplendor  por  la  presencia
        de  varios'príncipes  del  país, · que  habían  venido  a  presentar  sus  respetos  y  sus
        regalos  al  rey  macedonio.  Alejandro  los  confirmó  a  todos  en  sus  dignidades  y
        extendió los  dominios  de algunos  con arreglo a  sus  deseos  y merecimientos,  sobre
        todo los  de Taxila,  a  quien  se recompensó  generosamente  tanto  per  los  cuidados
        dispensados  por  él  al  ejército  del  sur  como  por  las  atenciones  de  que  siempre
        había  rodeado  a  Alejandro.  Envió  también  embajadores  y  regalos  el  “príncipe
        de  cantón”  Doxaris.  Y  asimismo  Abisares,  el  príncipe  de  Kachmir,  envió  una
        embajada  a Taxila;  venía presidida  por su  hermano y  formaban  parte  de  ellas  las
        gentes  más  nobles  de  su  reino;  traían  al  rey,  como  obsequios,  joyas,  marfil,  telas
        finas  y  otros  objetos  muy  valiosos,  aseguraron  a  Alejandro  la  lealtad  y  devoción
        de  su  príncipe  y  negaron  insistentemente  la  ayuda  secreta  que  se  decía  había
        prestado  a  los  asacenos.
            No es  fácil averiguar qué  organización  dió Alejandro,  por  aquel  entonces,  al
        país  del  Duab,  situado  entre  el  Indo  y  el  Hidaspes;  en  todo  caso  es  evidente
        que todos los territorios pertenecientes  a la  satrapía  del lado  de  acá  del  Indo  que
        fueron  concedidos  a  aquellos  príncipes  como  ampliación  de  sus  dominios,  y  los
        príncipes  mismos  en  su  conjunto,  pasaron  bajo  la  soberanía  de  Alejandro;  es  po­
        sible que a Taxiles se le adjudicara el principado entre los rajás de aquellas tierras;
        por  lo  menos,  en  adelante  las  fuentes  sólo  lo  mencionan  a  él,  cuando  se  trata
        de  las  relaciones  de  aquellos  príncipes  con  Alejandro.  Este  dejó  en  su  ciudad
        una  guarnición  macedonia  y  a  los  hombres  incapacitados  para  el  servicio  de  las
        armas;  la  “satrapía”  indica  fué  confiada  a  Filipo,  hijo  de  Majata,  cuya  alta  no­
        bleza,  unida  a  su  constante  lealtad  hacia  Alejandro,  lo  capacitaba  para  el  des­
        empeño  de  aquel  puesto;  su  jurisdicción  abarcaba,  además  de  todos  los  ricos
        territorios del Indo, la vigilancia  sobre las  tropas  destacadas  en  el  reino  de  Taxila
        y en los  de los  otros  príncipes.
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