Page 318 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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314               LUCHAS  DEL  LADO  ACA  DEL  INDO

         mos  y  que  estaba  dando  pruebas  asombrosas  de  que  la  voluntad  y  la  fuerza
         humanas  eran  capaces  de  vencer  hasta  las  últimas  barreras  opuestas  por
         la naturaleza con sus obstáculos gigantescos y de  convertirlas  en  un  medio  para  el
         logro de sus fines.' Así,  pues, enviaron a Alejandro  un heraldo con el ofrecimiento
         de rendir la  ciudadela  si  se les  ofrecían  condiciones  favorables;  lo  único  que  con
         ello  perseguían  era  ganar  tiempo  para  que  se  echase  encima  la  noche  y,  aprove­
         chando ésta, salir de la  fortaleza por caminos secretos y  dispersarse  por la  llanura.
         Alejandro  dióse  cuenta  de  sus  intenciones;  retiró  sus  puestos  y  dejó  que  empeza­
         sen  a  preparar libremente  la  fuga;  luego,  eligió  700  hipaspistas,  trepó  con  ellos
         por la roca al amparo  de la  noche y  comenzó a  escalar las murallas,  ya  abandona­
         das;  él  mismo  fué  el  primero  en  hacerlo;  tan  pronto  como  todos  estuvieron
         dentro,  se lanzaron  desde  distintos  puntos  y  entre  grandes  gritos  de  guerra  sobre
         el  enemigo,  que  ya  sólo  se  ocupaba  en  preparar  su  fuga;  muchos  fueron  muertos
         y  otros  se  estrellaron  al  lanzarse  ciegamente  al  abismo;  a  la  mañana  siguiente,
        el grueso del ejército entraba tranquilamente en la fortaleza.  Abundantes y alegres
        sacrificios  festejaron  el  victorioso  final  de  una  empresa  que  sólo  la  intrepidez  de
        Alejandro  y  la  bravura  de  sus  tropas  habían  hecho  posible.  Reforzáronse  las
        obras  de  defensa  de  la  ciudadela  y  se  instaló  en  ella  una  guarnición  macedonia
        al  mando  del  príncipe  Sisicoto,  que  había  sabido  ganarse  la  confianza  de  Ale­
        jandro.  La posesión de esta fortaleza era importantísima para afirmar la  conquista
        de  los  territorios  del  lado  acá  del  Indo;  esta  posición  dominaba  la  llanura  que
        se  extiende  entre  el  Suastos,  el  Cofen  y  el  Indo,  llanura  que  desde  lo  alto  se
        atalayaba a muchas millas a la redonda, y la confluencia del Cofen y el  Indo.
            Entre  tanto  habíanse  desatado  peligrosos  movimientos  en  el  país  de  los
        asacenos;  el  hermano  del  príncipe  caído  en  la  plaza  de  Masaca  había  logrado
        reunir un ejército  de  20,000  hombres y  15  elefantes,  con el  que  se había  lanzado
        a las montañas del país alto;  había  caído ya  en  sus manos la  fortaleza  de Dirta  y,
        confiado  en  que  el  enemigo  no  podría  penetrar en  aquella  salvaje  región  monta­
        ñosa,  hacíase  la  ilusión  de  que,  al  proseguir  su  marcha  los  macedonios,  tendría
        ocasión  de ir ampliando  su poder y sus dominios.  Alejandro  comprendió  que  era
        necesario  despejar  cuanto  antes  aquel  peligro.  Tan  pronto  como  hubo  tomado
        la ciudadela  de Aornos, salió  a toda  marcha,  con  unos  cuantos  miles  de  hombres
        de sus tropas ligeras, hacía la  fortaleza  de Dirta; la  noticia  de  que los  macedonios
        se acercaban, bastó  para  que  el  pretendiente  se  diese  a  la  fuga,  acompañado  por
        la  población  de  aquellos  contornos.  Alejandro  envió  a  unos  cuantos  destaca­
        mentos  sueltos  a  recorrer la  comarca  y descubrir el  rastro  del  príncipe  fugitivo  y,
        sobre todo,  de sus elefantes;  averiguó  que  todos  habían huido  hacia  las  montañas
        del  este  y  salió  con  sus  tropas  en  aquella  dirección.  Aquellos  parajes  estaban
        densamente  cubiertos  de  selva  virgen,  por  entre  la  que  el  ejército  iba  abriéndose
        paso  trabajosamente.  Fueron  tomados  prisioneros  algunos  indígenas,  quienes  in­
        formaron que la población había  cruzado el  Indo  para  refugiarse  en  los  dominios
        de Abisares  y  que  a  los  elefantes,  quince  en  total,  les  habían  dado  suelta  en  las
        praderas  regadas  por  el  río.  Poco  después  presentóse  un  tropel  de  soldados  hin­
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