Page 319 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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PASO  DEL  INDO                       315

      dúes  del  ejército  fugitivo  que,  descontentos  por  la  impericia  del  príncipe,  se
      habían  sublevado  y  le  habían  dado  muerte;  para  congraciarse  con  Alejandro,  le
      traían la cabeza  del muerto.  En vista  de  ello, y no  deseando  continuar por  cami­
      nos  intransitables  la  persecución  de  un  ejército  sin  jefe,  Alejandro  descendió  con
      sus  tropas  a  las  praderas  del  Indo  para  apoderarse  de  los  elefantes;  acompañado
      por varios  cazadores  indígenas  de  elefantes,  dió  caza  a  las  bestias  sueltas;  dos  de
      ellas  precipitáronse  al  abismo,  las  demás  fueron  cogidas.  Los  macedonios  detu­
      viéronse  en  los  espesos  bosques  de  las  márgenes  del  Indo  para  derribar  árboles
      y  construir  barcas.  Pronto  se  botó  una  flota  fluvial  como  jamás  la  había  visto
      el Indo, y en ella navegaron río abajo,  durante un trecho,  el  rey y su ejército,  a  lo
      largo de aquellas márgenes,  cubiertas ep ambos lados  de aldeas y  ciudades,  hasta
      llegar al puente tendido ya sobre el río por Efestión y Pérdicas.


                                E L   PASO  D EL  INDO
          Los relatos que han llegado a  nosotros pintan con vivos colores las poderosas
      impresiones que el ejército occidental recibió en aquel mundo índico,  en el  que se
      encontraba  desde  lapnmavera  del  ano  32/.  Las  imponentes  fotmas  de  la  natu-
      raleza,  la  exuberante vegetación,  los  animales  domesticados  y  las  bestias  salvajes,
      los hombres,  su religión  y sus  costumbres,  su  organización política  y  sus  métodos
      de guerra:  todo allí era exótico y sorprendente,  todas las  maravillas  que  Herodoto
      y Ctesias habían contado acerca de ello parecían palidecer ante la realidad.  Pronto
      habían  de  darse  cuenta  los  expedicionarios  de  que  hasta  ahora  no  habían  hecho
      más  que pisar los  umbrales de este mundo  nuevo.
          En  las  márgenes  del  Indo,  el  ejército  descansó  de las  fatigas  de  la  campaña
       invernal  en  las  montañas,  en  que  había  estado  empeñada  gran  parte  de  las  tro­
       pas.  A comienzos  de la primavera,  reforzado  con los  contingentes  facilitados  por
       ¡os  príncipes  de  la  nueva  satrapía,  se  dispuso  a  cruzar  el  río.  En  esto,  apareció
       en  el  campamento  una  embajada  del  príncipe  de  Taxila;  venía  a  renovar  ante
       Alejandro  las  seguridades  del  respeto  y  la  lealtad  de  su  señor  y  a  entregarle  va­
       liosos  regalos:  3,000  animales  para  los  sacrificios,  10,000  ovejas,  30  elefantes  de
       guerra,  200  talentos  de  plata  y,  finalmente,  700  jinetes  hindúes,  que  represen­
       taban  el  contingente  militar  de  su  aliado;  los  embajadores  invitaron  al  rey,  en
       nombre  de  su  príncipe,  a  ocupar  la  residencia  de. éste,  una  maravillosa  ciudad
       enclavada entre el Indo y el  Hidaspes.
          Antes  de  cruzar  el  Indo,  el  rey  ordenó  que  se  consagrase  el  paso  del  río;
       entre  torneos  gimnásticos  y  de  caballería,  se  sacrificó  a  los  dioses  junto  a  las
       aguas;  los  presagios  fueron  favorables.  Las  tropas  empezaron  a  cruzar  el  cauda­
       loso Indo;  una parte del ejército pasó al otro lado por el puente  recién  construido
       y otra  en barcas;  el  rey y  sus  acompañantes  lo  hicieron  en  dos  barcos  de  treinta
       remeros  cada  uno,  dispuestos  para  la  pequeña  travesía.  Nuevos  sacrificios  feste­
       jaron  la  venturosa  operación  y  el  gran  ejército  siguió  por  el  camino  de  Taxila,
       a través de tierras densamente pobladas y adornadas con las galas  de la primavera,
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