Page 325 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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BATALLA DEL HIDASPES 321
corriente, cuyo cauce se dirigía en aquel sitio hacia el oeste, había penetrado
por las tierras bajas de la orilla, formando un nuevo brazo, bastante caudaloso.
Los jinetes estuvieron buscando durante bastante tiempo un sitio vadeable, con
peligro de verse arrastrados por las aguas, pero comprobaron que por todas partes
era la corriente demasiado ancha y profunda; no parecía haber otra solución que
recoger las embarcaciones y las balsas y llevarlas hasta aquel lugar, dando la
vuelta con ellas a la lengua de tierra. El gran peligro era que el enemigo, apro
vechando la pérdida de tiempo causada por aquel accidente imprevisto, enviase
allí un destacamento considerable de tropas, capaz de entorpecer y hasta de hacer
imposible el desembarco; por fin se encontró un sitio vadeable; con grandes es
fuerzos pudieron cruzar hombres y caballos, luchando contra la corriente, y los de
infantería con el agua, a trechos, hasta el pecho. Poco a poco, los distintos destaca
mentos de tropa fueron ganando la otra orilla. En formación cerrada, a la derecha
la caballería turania, en seguida los escuadrones macedonios, luego los hipaspistas
y, por fin, en el ala izquierda la infantería ligera, fué avanzando el ejército mace
donio, río abajo, hacia el campamento enemigo! Para que la infantería no se can
sase, Alejandro ordenó a ésta avanzar lentamente, mientras él se adelantaba como
media hora, con toda la caballería y los arqueros, al mando de Taurón. Creía que,
aunque Poro saliese a su encuentro con todo su ejército, podría detenerlo con su
excelente caballería, muy superior a los hindúes, hasta que llegase la infantería y
que si los hindúes, asustados ante la súbita aparición del enemigo, retrocedían,
tendría bastante con aquellos 5,000 jinetes para cargar sobre él y perseguirlo.
BA TALLA D EL HIDASPES
Cuando sus puestos avanzados le llevaron la noticia de que se acercaban im
portantes masas de tropas, Poro, en el primer momento, creyó que se trataría del
ejército de Abisbares de Kachmir: pero no, no era posible que aquel buen amigo
hubiese dejado de avisarle que estaba cerca o, por lo menos, de enviarle por delante
el mensaje de su feliz llegada, después de haber cruzado el río. Era indudable que
aquellas tropas no podían ser otras que las de los macedonios, que el enemigo había
efectuado felizmente y sin que nadie le estorbase el paso del río, operación que
hubiera debido costarle miles de bajas, y que ahora no era posible disputarle ya
la posesión de aquella orilla. Y, sin embargo, las masas de tropas que seguían
apostadas en la otra margen, río abajo y río arriba, parecían dar a entender que el
cuerpo de ejército que había cruzado el río no podía ser muy numeroso. Poro,
si hubiese sido un buen estratega, habría debido hacer un esfuerzo sobrehumano
para aislar y destruir a aquel cuerpo de ejército que estaba ya en su orilla; habría
debido tomar inmediatamente la ofensiva, que sus carros de combate y sus elefan
tes le permitían emprender en condiciones muy favorables y casi le obligaban
a desencadenar; en vez de eso, sólo se preocupó de contener, por el momento, los
avances del enemigo, rehuyendo todo encuentro decisivo con él hasta la llegada
de los refuerzos de Abisares. Para ello envió a su hijo con dos mil jinetes y ciento