Page 326 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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322 BATALLA DEL HIDASPES
veinte carros de combate a cerrar el paso a los macedonios; con aquellas fuerzas,
confiaba poder contener el avance de Alejandro.
Tan pronto como Alejandro vió venir hacia él aquel cuerpo de ejército por las
praderas ribereñas, creyó que Poro se acercaba con todo su ejército y que aquellas
tropas eran, simplemente, la vanguardia; ordenó a sus jinetes prepararse para el
combate; pero luego observó que detrás de aquellas tropas de caballería y de aque
llos carros de batalla no avanzaba ningún ejército y dió inmediatamente la orden
de -atacar. La caballería turania se lanzó por todas partes sobre el enemigo para
desconcertarlo y cercarlo; los macedonios, por su parte, lanzáronse a la carga por
escuadrones y los hindúes, atacados de este modo, intentaban en vano resistir o
replegarse. En pocos momentos fueron completamente aniquilados, a pesar de su
valerosa resistencia, dejando sobre el terreno cuatrocientos muertos, entre ellos
el hijo de Poro. Los carros de combate, no pudiendo escapar rápidamente a conse
cuencia de la blandura del terreno, en que se enterraban sus ruedas, cayeron en
manos de los macedonios, que ahora siguieron avanzando con redoblado ardor
combativo.
Los restos del cuerpo de ejército aniquilado llevaron al rey Poro la noticia de
su derrota, de la muerte del príncipe y del avance de Alejandro sobre el campa
mento. Poro dióse cuenta, demasiado tarde ya, del enemigo que tenía enfrente,
el tiempo urgía, si quería dar la cara a las consecuencias de una medida a medias,
que no había servido sino para acrecentar el peligro. No había más camino de
salvación que lanzarse, con la enorme superioridad de fuerzas que aún tenía, sobre
el enemigo que avanzaba audazmente y destruirlo, antes de que ganase tiempo para
que se uniesen a él nuevas tropas a fin de contrarrestar así la única ventaja que
aún tenía Poro. Pero, para ello, era necesario no dejar desguarnecida la orilla frente
al campamento macedonio, pues de otro modo el ejército apostado al otro lado y
dispuesto a atacar en todo momento forzaría el paso del río y amenazaría por la
espalda las líneas hindúes. Así, pues, Poro dejó en el campamento algunos elefan
tes y varios miles de hombres para vigilar los movimientos de Crátero y cubrir la
orilla, mientras él mismo avanzaba al encuentro de Alejandro con toda su caballe
ría, compuesta por 4,000 jinetes, con 300 carros de combate, 30,000 hombres de
infantería y 200 elefantes. Tan pronto como hubo cruzado las praderas pantanosas
que se extendían junto al río y pisó el campo libre y arenoso en que podían mo
verse con toda comodidad sus tropas y los elefantes, puso a su ejército en orden
de batalla a la usanza india; la temible línea de los doscientos elefantes, colocados *
a cincuenta pasos el uno del otro, ocupaba casi una milla de terreno; tras ellos,
como segundo cordón, venía la línea de la infantería, distribuida en cuadros de
unos 150 hombres cada uno entre cada dos elefantes; junto a los últimos cuadros
de las alas derecha e izquierda, que sobresalían de la línea de los elefantes, apare
cían formados dos mil jinetes de cada lado; los dos extremos de la larga línea de
batalla estaban flanqueados por ciento cincuenta carros de combate en cada punta,
cada uno de los cuales llevaba dos hombres con armamento pesado, dos arqueros
con grandes arcos y dos aurigas armados. La fuerza de esta línea de batalla consis