Page 331 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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BATALLA  DEL  HIDASPES                   327

      una  unión de la  India  con el  resto  del Asia;  no  quería  hacer  vasallos  suyos  a  los
      pueblos,  sino  solamente  a  los  príncipes.  La  posición  que  venía  ocupando  Poro
      en el país  de los  cinco  ríos  fué,  tal  vez, lo  que  sirvió  de  pauta  para  la  política  de
      Alejandro.  Todo  parece indicar  que  Poro  había  conseguido  o  intentaba  conseguir
      el  principado  sobre la  región  de  los  cinco  ríos  y  esta  era,  tal  vez,  la  causa  de  las
      rivalidades  existentes  entre  él  y  el  príncipe  de  Taxila;  su  reino  sólo  abarcaba,
      primordialmente,  las  llanuras  espléndidamente  cultivadas  que  se  extendían  entre
      el  Hidaspes  y el Acesines,  pero  al  oeste  del  Hidaspes  reinaba  su  primo  Espitaces
      y al este del Acesines,  en la  Gandaritis,  su  resobrino  Poro,  quienes probablemente
      habían recibido la soberanía  de él mismo,  por lo que los  dominios  de  su suprema­
      cía  política  llegaban,  en  realidad,  por  el  este,  hasta  las  márgenes  del  Hiarotes,
      río que marcaba la  frontera  entre  estos  territorios  y los  de los  pueblos  libres.  Más
      aún,  su  alianza  con  Abisares  le  había  animado  a  alargar  su  brazo  incluso  a  las
      tierras  dominadas  por  éstos,  y  aunque  sus  tentativas  de  expansión  se  habían
      estrellado  contra  la  bravura  de  estas  tribus  independientes,  es  indudable  que
      ejercía  una  supremacía  decisiva  sobre  los  países  del  Indo.  Alejandro  había  ensan­
      chado  ya  considerablemente  los  dominios  de  Taxiles;  no  podía,  naturalmente,
      edificarlo  todo  sobre  la  lealtad  de  un  solo  príncipe;  el  haber  entregado  el  cetro
      sobre  el  país  de  los  cinco  ríos  a  este  príncipe  aliado  suyo  habría  sido  el  camino
      más  seguro  para  haberle  hecho  aborrecer  su  dependencia  con  respecto  a  Alejan­
      dro  y  habría  puesto  en  sus  manos,  al  mismo  tiempo,  los  medios  para  sustraerse
      a  ella,  tanto  más  cuanto  que  su  antigua  enemistad  con  el  príncipe  Poro  habría
      convertido  fácilmente  a  los  pueblos  libres  en  aliados  suyos.  La  base  más  segura
      sobre  la  que  Alejandro  podía  cimentar  su  influencia  sobre  la  India  era,  precisa­
      mente,  la  rivalidad  existente  entre  estos  dos  príncipes.  Y  a  esto  se  añadía  la  cir­
      cunstancia  de  que,  reconociendo  los  derechos  de  Poro  como  príncipe,  adquiría
      los títulos de legitimidad necesarios  para poder atacar a los  pueblos del  este  como
      a enemigos de  su  nuevo  aliado  y convertir  su  sumisión  en  un  nuevo  elemento  de
      influencia  sobre  aquellos  territorios;  el  camino  indicado  para  ello  era  extender
      los dominios del rey Poro de modo que su poder se  equilibrase en lo  sucesivo  con
      el  de  Taxiles;  podría  incluso  concederle  mayor  poder  aún  y  hasta  la  soberanía
      sobre  sus  antiguos  adversarios,  puesto  que  Poro,  en  lo  sucesivo,  sólo  podría  apo­
      yarse,  de  hecho  y  de  derecho,  lo  mismo  contra  ellos  que  contra  Taxiles,  en  el
      favor del rey macedonio.
          Tales  fueron,  probablemente, las  razones  que  movieron  a Alejandro,  después
      de la batalla del Hidaspes',  a confirmar a  Poro en  sus  derechos  como rey e incluso
      a ampliar considerablemente  sus  dominios.  Lo  único  que  hizo,  para  contrarrestar
      esta medida, fué fundar dos ciudades helénicas en los dos puntos  más importantes
      del  paso  del  Hidaspes;  una  de  ellas,  fundada  en  el  lugar  en  que  el  camino  que
      viene de Kachmir cruza el río y por donde los  mismos  macedonios habían  pasado
      a  las  tierras  de  Poro,  recibió  su  nombre  de  “Bucéfalo”;  la  otra,  establecida  unas
      dos  millas  más  abajo,  donde  se  había  librado  la  gran  batalla,  fué  denominada
      Nicea.  Alejandro  dió  a  su  ejército  treinta  días  de  descanso  en  aquella  hermosa  y
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