Page 329 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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BATALLA  DEL  HIDASPES                    325

      elefantes,  y  habiéndose  reagrupado  y  formado  rápidamente,  lanzáronse  al  ataque
      contra  la  caballería  macedonia;  pero  ésta,  muy  superior  a  la  del  enemigo  por  su
      fuerza  física  y  su  adiestramiento  para  el  combate,  rechazó  por  segunda  vez  a  los
      jinetes  de  Poro,  los  que  se  vieron  obligados  a  replegarse  de  nuevo  detrás  de
      los  elefantes.  El  desarrollo  de  la  batalla  había  hecho  que  las  fuerzas  de  Coino  se
      uniesen a las hiparquías mandadas por Alejandro, por lo cual la caballería macedo-
      nia atacaba ahora en una masa compacta. Esta lanzóse con toda su violencia  sobre
      la  infantería  enemiga,  la  cual,  incapaz  de  resistir,  huyó  acelerada  y  desordenada­
      mente, perseguida de cerca por el enemigo y con grandes bajas, a parapetarse detrás
      de  los  elefantes.  Los  miles  de  combatientes  fueron  concentrándose,  pues,  en  el
      sangriento  campo  de  batalla  dominado  por  estas  bestias;  amigos  y  enemigos  for­
      maban ya una mescolanza espesa y sangrienta; los elefantes,  dejados en su mayoría
      a  su  propio  albedrío,  sin  nadie  que  los  condujera,  desconcertados  y  enloquecidos
      por el griterío  del combate y llenos  de  heridas,  golpeaban  y  pisoteaban  a  todo  el
      que  se  ponía  a  su  alcance,  fuese  amigo  o  enemigo.  Los  macedonios,  que  tenían
      todo el campo libre para poder moverse fuera del alcance  de  aquellas  fieras,  retro­
      cedían  para  dejarlos  pasar  cuando  se  acercaban,  asaeteábanlos,  alanceábanlos  y
      acosábanlos cuando daban la vuelta y, en cambio, los hindúes^ obligados a moverse
      entre  ellos y  a  su  amparo,  no  podían  esconderse  ni  huir  de  sus  trompas,  de  sus
      patas  ni  de  sus  dientes.  Por  fin,  Poro,  que  dirigía  la  lucha  desde  lo  alto  de  su
      elefante, reunió a cuarenta de aquellas bestias,  todavía indemnes, para avanzar con
      ellos y decidir de una vez la suerte de aquella espantosa batalla. 'Alejandro,  per*  su
      parte, les enfrentó a sus arqueros,  agríanos y acontistas,  los  cuales,  con la  destreza
      que los  caracterizaba,  sabían escurrir el bulto  cuando  aquellas  fieras  eran lanzadas
      contra ellos y,  desde lejos, los asaeteaban certeramente, a la par que a  sus conduc­
      tores,  con  su  dardos,  o  bien  se acercaban  cautelosamente  a  ellas  por  detrás,  para
      cortarles los tendones  de las patas  con  sus hachas. Ya  muchos  de los  elefantes  se
      revolcaban, moribundos, en el campo de batalla, lleno de cadáveres y de agonizan­
      tes, mientras que otros, empujados por su furia impotente, bramando y resoplando,
      volvían a lanzarse contra la falange, cuyas filas habían vuelto a cerrarse y que ya no
      les  tenía miedo.
          Entre tanto,  Alejandro  había  reunido  a  su caballería  fuera  del campo  de ba­
      talla,  mientras en éste los  hipaspistas  se  formaban en línea  cerrada,  escudo  contra
      escudo.  El  rey  macedonio  dio  orden  de  lanzarse  al  ataque  general  contra  el  ene­
      migo,  cercado  por  todas  partes,  para  triturar  a  sus  masas  dispersas  y  desconcer­
      tadas,  entre  los  dos  garfios  de  la  tenaza.  Ya  no  había  posibilidad  de  resistencia;
      los  que  pudieron  escaparon  a la espantosa  matanza  huyendo  hacia  el  interior  del
      país,  a  los  pantanos  de  las  orillas  del  río,  retrocediendo  aJ  campamento.  Ya
      habían cruzado el río, con arreglo a las órdenes recibidas,  Crátero y los  otros  estra­
      tegas,  pisando  tierra  del  lado  de  acá  sin  encontrar  la  menor  resistencia;  llegaron
      a  tiempo  de relevar en la  fase  de  la  persecución  del  enemigo  derrotado  a  las  tro­
      pas  agotadas  por  ocho  horas  de  pelea.
          Perecieron  allí  como  veinte  mil  hindúes,  entre  ellos  dos  hijos  de  Poro  y  el
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