Page 347 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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PARTIDA  DE  LA  FLOTA                   343

      destacados  cerca  del  ejército  para  darles  las  instrucciones  necesarias.  Pudo  dar
      expresión  a  la  esperanza  de  que  la  paz  devuelta  por  él  al  país  de  los  cinco  ríos
      se  afianzase  y  conservase  largos  años  y  quedaje  firmemente  cimentada  sobre  la
      organización  dada  por él a  aquellas  tierras.  Al  príncipe  Poro  le  fueron  confirma­
      das  las  ampliaciones  de  sus  dominios,  que  abarcaban  siete  pueblos  y  dos  mil
      ciudades  y  se  extendían  hasta  cerca  del  Hifasis,  se  fijaron  sus  relaciones  con  los
      príncipes  Abisares,  Sopeites  y  Fegeo,  colindantes  con  su  territorio;  al  príncipe
      Taxiles se le reconoció la posesión plena e independiente de sus antiguas y nuevas
      tierras,  se  encomendaron  al  sátrapa  designado  los  principados  vasallos  enclavados
      dentro de la satrapía  índica,  con  sus tributos y sus  otras  obligaciones, y los  demás
      contingentes de tropas hindúes fueron licenciados para  que regresaran  a  sus  casas.
          Las  instrucciones  cursadas  para  la  expedición  que  ahora  se  iniciaba  eran
      las  siguientes:  el  rey,  con  todos  los  hipaspistas,  los  agríanos  y  los  arqueros  y  la
      escolta de la caballería,  en  total  unos  ocho  mil hombres,  irían  embarcados,  entre­
      gándose  al  ciliarca  Nearco  el  mando  de  toda  la  flota  y  a  Onesicrito  y  Astipalea
      el  de  la  nave  real;  las  demás  tropas  bajarían,  divididas  en  dos  columnas,  por
      ambas márgenes del río, una al mando de Crátero, por la margen derecha, o sea la
      del oeste,  y la  otra,  más  numerosa,  de  la  que  formaban  parte  los  doscientos  ele­
      fantes,  por  la  orilla  izquierda,  encabezada  por  Efestión;  las  dos  recibieron  órde­
      nes  de  marchar lo  más  a  prisa  posible  y  hacer  alto  a  los  tres  días  de  marcha  río
      abajo, para  esperar la llegada  dfe la  flota;  allí,  en  el  lugar  en  que  hiciesen alto,  se
      uniría  a  ellos  el  sátrapa  Filipo,  de la  satrapía  índica.
          El ejército hubo de celebrar aún unas  exequias  fúnebres antes  de  su  partida.
      El  hiparca  y  estratega  Coino  había  muerto,  víctima  de  una  enfermedad;  la  tra­
      dición  parece  dar  a  entender  que  Alejandro  no  le  había  perdonado  su  discurso
      de  las  márgenes  del  Hifasis:  fué  enterrado,  dicen  las  fuentes,  “con  el  esplendor
      que  las  circunstancias  permitían".
          Llegó,  por  fin,  el  día  señalado  para  la  marcha;  lás  tropas  empezaron  a  em­
      barcarse  en las  primeras horas  de la  mañana;  Efestión  y  Crátero  habían  formado
      en orden de batalla y mandado avanzar en brillante  formación,  por las  dos  orillas
      del  río,  a  sus  falanges,  su  caballería  y  sus  elefantes.  Mientras  iban  formándose
       unos  escuadrones  de  barcos  tras  otros,  Alejandro  celebraba  en  la  orilla  del  río,
      solemnemente,  sus  ritos  helénicos;  siguiendo  las  instrucciones  de  los  sacerdotes
      macedonios,  sacrificó  a  los  dioses  de  su  patria,  a  Poseidón,  a  la  acogedora  Anfí-
      trita,  al  Océano,  a  las  Nereidas  y  al  río  Hidaspes.  Después,  saltó  a  bordo  de  su
      barco,  se  colocó  en  la  proa,  vertió  los  dones  de  su  cuenco  de  oro,  dió  al  trom­
      petero  la  señal  de  partida  y  los  remos  de  todas  las  naves  empezaron  a  hender
      las  aguas  entre  la  fanfarria  de  las  trompetas  y  los  gritos  de  júbilo  de  las  tíopas.
      Aquella  escuadra  de  abigarradas  velas,  precedida  por los  ochenta  buques  de  gue­
      rra,  navegaba  tranquilamente  río  abajo,  en  magnífico  orden  y  brindando  a  los
      ojos  un  espectáculo  maravilloso  e  indescriptible.  “¿A  qué  podría  compararse  el
      ruido  de los  golpes  de  los  remos  levantándose  y  hundiéndose  en  las  aguas  rítmi-
      caménte y a un tiempo en todos los barcos, las voces  de mando  de los  jefes  de la
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