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346 LA FLOTA EN AGUAS DEL ACESINES
adoptáronse las medidas necesarias para la expedición contra los malios, cuyos
dominios comenzaban a unas siete millas río abajo, junto a la desembocadura del
Hiarotis, y se extendían hasta muy lejos en dirección norte, bordeando este río.
Alejandro sabía que estaban preparados para hacer frente al ataque, y era de
suponer que esperarían que el ejército atacante bajase hasta la desembocadura
del Hiarotis e irrumpiese desde allí en su territorio, ya que éste se hallaba sepa
rado del Acesines por un desierto sin agua de varias millas de latitud, lo que lo
hacía, por tanto, casi inatacable desde el fondeadero en que la flota se encon
traba. Alejandro ordenó atacarlos precisamente por donde menos lo esperaban
y abalanzarse por sorpresa sobre su país por la parte alta, no lejos de las fron
teras de la Gandaritis y de las tierras de los cáteos, para empujarlos desde allí
hacia las orillas del Hiarotis; al llegar allí, buscando refugio o ayuda en la otra
margen del río, caerían de nuevo en manos de los macedonios. La flota, al man
do de Nearco, se dirigió ante todo hacia aquel sitio para ocupar la orilla dere
cha del Acesines frente a la desembocadura del Hiarotis, cortando así toda posi
bilidad de comunicación del país de los malios con los territorios ribereños' del
otro lado del río; Crátero, con sus tropas, los elefantes y la falange de Poliper-
cón, mandada hasta entonces por Efestión, y las tropas de Filipo, recibió el en
cargo de ocupar las márgenes del Hidaspes por encima de su desembocadura para
presentarse tres días después en el fondeadero en que quedaba la flota de Nearco
y forxinar con este importante ejército, en la ribera derecha del río* la base para
las importantes operaciones que habían de emprenderse al otro lado. Cuando
Nearco y Crátero se hubieron puesto en marcha, Alejandro dividió el resto del
ejército en tres cuerpos; mientras él, al frente de uno de ellos, se encargaba de
penetrar en las tierras de los malios y empujar a éstos río abajo, Efestión, que ha
bía partido a la cabeza del segundo cuerpo de ejército cinco días antes, ocuparía
la línea del Hiarotis para cerrar el paso a los fugitivos, y el lágida Tolomeo, al
mando del tercer cuerpo, se pondría en marcha tres días después con la misión
de copar a los que huyesen tal vez hacia la retaguardia para salir al Acesines.
Por su parte, según se dice, los malios y los oxidracios, ante la noticia de
que estaba cerca Alejandro, dieron tregua a las guerras que venían manteniendo
entre sí, se comprometieron por medio de rehenes a prestarse ayuda mutua y
reunieron un considerable ejército, formado por sesenta mil hombres de infan
tería, diez mil de caballería y setecientos carros de combate, pero al llegar la
hora de elegir un jefe común para que lo mandase —pues estos pueblos figura
ban entre los arattas, o sea entre los hindúes sin príncipe— la discordia fué tan
grande que el ejército se disolvió y los contingentes de los diversos distritos se
dispersaron para concentrarse en sus plazas fuertes; y aunque este dato no apa
rece garantizado por ninguna autoridad histórica, tiene su confirmación en la
peculiaridad del plan de operaciones trazado por Alejandro para esta camparía.
Según otras noticias, los malios y los oxidracios tenían intenciones de sellar una
alianza, en cuyo caso habrían llegado a oponer a los macedonios un poderoso