Page 352 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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348 LUCHA CONTRA LOS MALIOS
concedió unas cuantas horas de descanso a sus tropas; al caer la noche y después
de dejar una pequeña guarnición en la ciudadela, ordenó que la columna se pu
siera en marcha hacia el Hiarotis, con objeto de cortar a los malios de aquellos
contornos la huida hacia la otra margen del río. Al amanecer llegó al vado del
río, pero la mayor parte del enemigo estaba ya del otro lado; los que no habían
logrado hacerlo fueron acuchillados. Alejandro cruzó el río con sus tropas y no
tardó en dar alcance a las huestes fugitivas, reanudándose la matanza; quienes pu
dieron salvarse huyeron a una fortaleza próxima; los demás se entregaron al vence
dor. Al llegar la infantería, Alejandro envió a Peitón con su falange y dos
escuadrones contra aquella fortaleza; la posición cayó al primer asalto y los malios
que se habían encerrado en ella pasaron a ser prisioneros de guerra, tras de lo
cual Peitón volvió a reunirse con Alejandro.
Mientras tanto, el rey había avanzado contra una ciudad d^ brahmanes, a
la que habían ido a refugiarse también muchos malios y, sin pérdida de mo
mento, cercó sus murallas y empezó a minarlas; los hindúes, fuertemente que
brantados por los proyectiles de los sitiadores, corrieron a refugiarse en seguida
en la ciudadela; un puñado de macedonios, demasiado intrépido, se había ade
lantado y había logrado deslizarse en la ciudadela con los fugitivos; pero no
logró dominar al enemigo, muy superior en número; casi cortado del resto de las
tropas, logró abrirse paso hasta ellas con grandes bajas. Esto no hizo más que
exacerbar la furia de los atacantes; inmediatamente, Alejandro ordenó tender las
escalas de asalto y socavar las murallas de la ciudadela; tan pronto como los ata
cantes vieron que se derrumbaba una torre y una parte de la muralla, abriéndose
una brecha, se lanzaron por ella, Alejandro el primero, y en poco tiempo y a
pesar de la valerosa defensa que hicieron desde el interior, aquella muralla quedó
limpia de enemigos; muchos de ellos cayeron peleando y otros lanzáronse al edi
ficio, le prendieron fuego y, mientras el incendio tomaba incremento sin que
nadie lo extinguiera, disparaban sus dardos y tablas ardiendo sobre los macedo-
nios-, hasta que fueron sucumbiendo todos entre las llamas y el humo. Pocos
cayeron vivos en manos de los atacantes, calculándose que encontraron la muerte
en el asalto y en el incendio unos cinco mil.
Alejandro dió un día de descanso a sus tropas, agotadas por los esfuerzos
enormes de los últimos cinco días de lucha; después de reponer sus fuerzas,
salieron a reducir a las demás ciudades malias situadas al sur del río Hiarotis;
pero en todas ellas se encontraron con que la población había huido, noticiosa
de su llegada; no se consideró necesario ir en persecución de los fugitivos, pues
se pensó que bastaba con destruir sus ciudades. Transcurrieron en esto varios
días, después de los cuales fué concedido uno más de descanso a las tropas,
para que pudieran lanzarse con nuevas fuerzas al asalto de la mayor ciudad
de aquel lado del río, a la que habían ido a concentrarse, confiados en la fuer
za de aquella plaza, muchos contingentes malios.
Para que las orillas boscosas que había río arriba, a la retaguardia de las
operaciones ulteriores, no sirvieran de lugar de refugio a los malios dispersos