Page 351 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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LUCHA CONTRA LOS MALIOS 147
ejército, razón por la cual Alejandro se dió prisa en atacar, para frustrar la inmi
nente unión de los dos pueblos.
Alejandro púsose en marcha al llegar el día señalado para la partida, hacia
mediados de noviembre; llevaba consigo los hipaspistas, los arqueros y los agría
nos, la falange de Peitón, la mitad de las hiparquías macedonias y los arqueros
de a caballo. El desierto comenzaba a poca distancia de la margen del Acesines;
después de cinco horas de marcha, la columna llegó a una fuente, donde hizo
alto para comer y descansar un poco, los soldados recogieron agua en los reci
pientes que todos ellos llevaban y la marcha se reanudó; las tropas siguieron
marchando a paso rápido durante el resto del día y toda la noche; a la mañana
siguiente, después de haber recorrido casi ocho millas, divisaron la ciudad malia
de Agalasa, con su fortaleza situada hacia el este, a la que habían ido a refugiarse
muchos malios. Los defensores de la ciudad hallábanse acampados, sin guardias
ni armas, delante de los muros de la ciudad, incapaces de contener a la muche
dumbre de gente que se aglomeraba detrás de ellos. Estaban tan absolutamente
convencidos de que no los atacarían por la parte del desierto, que, aunque vie
ron avanzar un ejército, creyeron que sería cualquier cosa menos un ejército ma
cedonio. Cuando se dieron cuenta ya tenían encima a los jinetes de Alejandro
y no había siquiera tiempo de pensar en ofrecer resistencia; miles de malios en
contraron allí la muerte; los que pudieron huir corrieron a refugiarse dentro de
la ciudad, que Alejandro mandó cercar por la caballería hasta que llegase la in
fantería, que venía en retaguardia, para lanzarse al asalto. Cuando vió que el
resto de las tropas se acercaba, Alejandro envió rápidamente a Pérdicas con dos
hiparquías y los agríanos a una ciudad vecina en que se habían refugiado mu
chos hindúes, con órdenes de observarla de cerca y muy atentamente, pero sin
hacer nada contra ella antes de que avanzase en aquella dirección el ejército que
se disponía a atacar Agalasa, para evitar que los fugitivos llevasen al interior del
país la noticia de que se acercaban los macedonios. Entre tanto, Alejandro inició
las operaciones de asalto contra Agalasa; los hindúes, ya seriamente quebrantados
después del primer encuentro, desastroso para ellos, desesperaban de poder de
fender las murallas y se retiraron; huyeron de las puertas y las torres hacia el in
terior de la ciudad y fueron acuchillados por los macedonios que los acosaban,
menos unos cuantos miles que lograron encerrarse en la ciudadela y peleaban
desde allí con la furia de la desesperación; fué rechazado más de un ataque de
los macedonios, hasta que por fin el encono creciente de éstos, los gritos y el
ejemplo de Alejandro y el agotamiento del enemigo dieron a los atacantes la vic
toria, de cuya dureza se vengaron haciendo una carnicería feroz entre los indí
genas; ni uno solo de los dos mil defensores de la ciudadela salió con vida.
Mientras tanto, Pérdicas se encontró con que la ciudad que debía vigilar había
sido ya abandonada por sus moradores; en vista de ello, apresuróse a salir en per
secución del enemigo; logró, en efecto, darle alcance y los que no lograron ponerse
a salvo al otro lado del río o entre los pantanos de la orilla fueron exterminados.
Por su parte, Alejandro, después de tomar por asalto la ciudadela de Agalasa, sólo