Page 353 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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LUCHA CONTRA LOS MALIOS 3 4 9
y de centro de reunión para una diversión peligrosa, se ordenó que la falange
de Peitón, la hiparquía de Demetrio y las tropas necesarias de infantería regre
sasen al río con la misión de buscar a los indígenas refugiados en aquellos
bosques y pantanos, dando muerte a cuantos no se rindieran. Alejandro, a la
cabeza de las demás tropas, dirigióse hacia la ciudad indicada más arriba, donde
esperaba encontrar una seria resistencia; pero era tan grande el terror difundido
por las armas macedonias que los hindúes de aquella gran ciudad, desesperando
de la posibilidad de defenderse, rindieron la plaza, se replegaron detrás del cer
cano río y ocuparon las alturas de su orilla septentrional, en la esperanza de
poder impedir desde aquella posición, que verdaderamente era muy favorable,
el paso de los macedonios. Tan pronto como Alejandro tuvo noticia de ello,
salió en su persecución con toda la caballería y ordenó a la infantería que lo
siguiese sin demora. Al llegar al río, mandó que éste fuese cruzado inmedia
tamente, sin preocuparse en lo más mínimo de los enemigos apostados en las
alturas del otro lado; los hindúes, aterrorizados ante la intrepidez de aquella
maniobra, se retiraron ordenadamente, sin atreverse a aceptar la desigual lucha;
pero tan pronto como se dieron cuenta de que no tenían en frente más que
cuatrocientos o quinientos hombres de caballería, toda su línea, formada pro
bablemente por cincuenta mil indígenas, se dirigió contra Alejandro y su colum
na de caballería e intentó desalojarlos de la orilla que ya tenían ocupada. Los
macedonios, con gran esfuerzo y por medio de una serie de movimientos muy
hábiles, con los que rehuyeron todo combate, lograron defender aquel difícil
terreno, hasta que poco a poco fueron llegando algunas tropas de infantería
ligera y, sobre todo, los arqueros y hasta que se vió cómo se acercaba, ya a la
otra orilla la infantería pesada. En este momento, Alejandro empezó a avan
zar, pero los hindúes no se atrevieron a esperar el ataque y huyeron a encerrarse
en una ciudad vecina y reciamente fortificada; los macedonios los acosaron muy
de cerca, mataron a muchos en su huida y no se detuvieron hasta llegar bajo
los muros de la ciudad.
Alejandro ordenó inmediatamente que la caballería cercase la ciudad ene
miga; pero cuando la infantería estuvo cerca era ya de noche; todos, la caba
llería por el paso del río y la violenta persecución, y la infantería por la larga
y penosa marcha, estaban tan agotados que ya no era posible pensar en hacer
nada hasta el día sigiíiente; en vista de ello, los atacantes acamparon alrededor
de la ciudad. Pero, tan pronto amaneció, empezó el asalto contra las murallas,
llevado a cabo por Alejandro al frente de la mitad del ejército y por Pérdicas
al mando de las tropas restantes; los hindúes, en la posibilidad de hacerse fuer
tes, retiráronse por todas partes sobre la ciudadela, reciamente fortificada. Ale
jandro, por su parte, mandó echar abajo una de las puertas de la ciudad y
entró en ésta y avanzó por las calles hacia la ciudadela, al frente de su hombres,
sin encontrar resistencia alguna; la ciudadela estaba provista de fuertes murallas
y de torres bien defendidas y los trabajos de sitio, bajo los proyectiles del ene
migo, eran peligrosos. Sin embargo, los macedonios comenzaron sin demora a