Page 358 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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      pacioso,  con  astilleros  y  almacenes,  y  de  fomentar  por  todos  los  medios  el  flo­
      recimiento  de  esta  nueva  Alejandría.
          Correría  tal  vez  el  mes  de  febrero  del  año  325  cuando  el  ejército  macedo-
      nio  que  seguía  a  Alejandro  partió  de  la  recién  fundada  Alejandría  hacia  las
      tierras  del  bajo  Indo.  La  mayor  parte  de  este  ejército,  y  con  ella  los  elefantes,
      había  pasado  bajo  el  mando  de  Crátera  a  la  orilla  oriental  del  río,  donde  los
      caminos  eran  mejores  y  donde,  además,  había  pueblos  que  no  se  inclinaban  en
      su  totalidad  a  someterse.  El  ejército  y  la  flota·  llegaron  así  sin  contratiempo  a
      los  dominios  de  los  sudra,  que  los  helenos  llamaban  sogdios  o  sodrios,  e  hicieron
      alto  junto  a  su  capital;  esta  ciudad  fué  convertida  en  colonia  helénica  bajo  el
      nombre  de  Alejandría  sogdia,  fué  considerablemente  fortificada,  se  la  dotó  de
      puerto  y  astilleros  y  se  la  convirtió  en  capital  de  la  satrapía  del  bajo  Indo,  cuyos
      dominios  habían  de  extenderse  desde  la  desembocadura  del  Panchnad  hasta  el
      mar,  nombrándose sátrapa  a  Peitón,  al  mando  de  un  ejército  de  10,000  hombres.
          El  lugar  en  que  se  hallaba  emplazada  la  Alejandría  sogdia  era  uno  de  los
      más  estratégicos  para  el curso  inferior  del  Indo;  aquí  comenzaba  a  cambiar  ya,
      radicalmente,  la  fisonomía  del  río,  del  paisaje  y  de  la  población.  La  cordillera
      del  Solimán,  que  hasta  aquí  venía  flanqueando  al  Indo  en  dirección  norte  a  sur,
      se  desvía  ahora  casi  en  ángulo  recto  hacia  el  oeste,  rumbo  a  los  pasos  de  Bolán.
      El  desierto que llegaba  hasta  el  río por el lado  este,  retrocede;  el  Indo  forma  con
      los  brazos  secundarios  que  desvían  de  él  a  derecha  e  izquierda  numerosas  islas
      e  islotes;  fértiles  marismas,  densamente  pobladas,  bordean  el  río;  empieza  a  per­
      cibirse ya la proximidad de las influencias oceánicas.  Y a esto se  añade  otro  factor,
      no  menos claramente perceptible:  mientras qué hacia el este se  extiende  una  serie
      de llanuras uniformes e infinitas,  por el oeste  se divisa,  a  medida  que  se va  descen­
      diendo  al  sur,  al  fondo  de  las  tierras  llanas,  una  poderosa  cadena  de  montañas
      que  cierra  el  horizonte  y  baja  hasta  el  cabo  Monz;  en  la  actualidad,  el  curso  del
      río  se  ha  desviado  de  su  trayectoria  antigua  para  formar  un  amplio  recodo  hacia
      la  derecha, que llega hasta las faldas de estas montañas y  enderezar luego  su línea
      en  Haiderabad,  donde  comienza  el  delta;  en  la  antigüedad,  el  Indo  corría  por  la
      cuerda  de  este  arco,  casi  en  línea  recta  desde  Bujor  hasta  Habdárabad,  bañando
      cerca  de  Bujor  una  cadena  baja  de  montañas  calizas,  que  al  cabo  de  los  años
       consiguió  horadar  para  desviarse  hacia  el  oeste;  todavía  hoy  se  alzan  sobre  ellas
      las  ruinas  de Alor, la antigua  capital  del  Sindh.  Estas  tierras  parecen  jardines,  los
       viñedos  adornan las  colinas  y  por  todas  partes  verdean  y  florecen  el  incienso  del
      clima tropical arábigo, los campos floridos de esta zona  húmeda y cálida  del  trópi­
      co,  el  maíz  de  las  riberas  pantanosas;  incontables  ciudades  y  aldeas  pueblan  esta
       comarca,  el  río y sus  canales  están  constantemente  llenos  de  tráfago  y  animación,
       y  la  población,  ya  meridional,  de  piel  oscura  y  gobernada  por  príncipes,  distín­
       guese  marcadamente  de  la  que  mora  en  la  cuenca  del  alto  Indo;  la  casta  de  los
       brahmanes  goza  aquí  de  elevado  rango  y  decisiva  influencia  en  la  vida  pública,
       y  la  política  de  los  príncipes  está  determinada  tanto  por  los  prejuicios  religiosos
       como  por  los  recelos  y  las  interminables  rivalidades  intestinas;  característica  ésta
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