Page 360 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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356 COMBATES EN EL DELTA DEL INDO
príncipe indígena se retiró a la ciudadela y quiso entablar negociaciones; era
ya tarde, pues los sitiadores habían abierto brecha en uno de los muros de la ciuda
dela, por la que penetraron, arrollando a los hindúes, a pesar de su desesperada
bravura, y dando muerte al príncipe. Después de la caída de la capital y de su
príncipe, fué ya tarea fácil someter a las otras numerosas ciudades de aquel rico
país; Alejandro las entregó al saqueo, pues esperaba que el ejemplo de los pres
tios sirviera de escarmiento a los otros pueblos y los moviera a ofrecerle volunta
riamente la sumisión, para no obligarle a imponérsela por la fuerza de las armas.
Pero, entre tanto, habían estallado ya nuevos movimientos de rebeldía en el
sitio en que menos podían esperarse. El príncipe Sambo había visto con horror
que su odiado enemigo Musicano no sólo había quedado impune, sino que había
sabido ganar el favor de Alejandro; tenía razones lógicas para pensar que ahora
se le haría pagar a él su deserción; las brahmanes de su corte, a quienes no
movía otro interés que el de su odio contra el vencedor extranjero, supieron atizar
el miedo del príncipe y convencerle, por fin, de que diera el paso más loco que
podía dar; Sambo huyó por el Indo al desierto y dejó a su país presa del descon
cierto y la sublevación. Alejandro corrió hacia aquellas tierras; la capital, Sindo-
mana, abrió sus puertas a los macedonios y sometióse sin lucha al rey, pues sus
habitantes no habían tomado la menor parte en la deserción; los elefantes y
los tesoros del príncipe fueron entregados a Alejandro y las demás ciudades del
país siguieron el ejemplo de la capital; sólo una se atrevió a resistir: aquella a
que habían ido a refugiarse los brahmanes, instigadores de la deserción; la ciudad
fué conquistada y los brahmanes castigados con la muerte.
ÚLTIM OS COMBATES CERCA DEL DELTA DEL INDO. PARTIDA DE CRÁTERO
El ciego fanatismo de la casta sacerdotal, tanto más furioso cuanto más
desesperado, sin dejarse intimidar por la suerte que corrieran los brahmanes de
Sambo, había aprovechado la ausencia de Alejandro para imbuir al príncipe
Musicano y a la población de su país el odio más salvaje contra los extranjeros y
supo incitarlos a la sublevación abierta y al asesinato de la guarnición ma-
cedonia. Las llamas de la sublevación contra el invasor ardían a ambos lados del
Indo y todas las poblaciones echaban mano de las armas; y si la fuerza de voluntad
y la capacidad de dirección hubieran estado al nivel de la furia desencadenada,
Alejandro habría tenido que afrontar una dura prueba para salir airoso del tran
ce. Pero, apenas se acercó con sus tropas, Musicano huyó al otro lado del
Indo; Alejandro envió a Peitón en persecución suya, mientras él se dirigió contra
las ciudades levantadas en armas, las cuales, luchando cada una por su parte, sin
una dirección inteligente y sin esperanza de salvación, no tardaron en caer en
sus manos, una tras otra. El castigo impuesto fué severísimo; innumerables indí
genas fueron muertos durante los asaltos a sus ciudades o ejecutados después
de la victoria, los supervivientes vendidos como esclavos, sus ciudades arrasadas
y las pocas que siguieron en pie dotadas de ciudadelas y guarniciones macedo-