Page 357 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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COMBATES  EN  EL  BAJO  INDO                353

       por  sus  tierras  del  dios  a  quien  los  griegos  daban  el  nombre  de  Dionisos;  pero
       a  Alejandro  sometíanse  de  buen  grado  —pues  debía  descender  de  los  dioses,  y
       sus  hazañas  lo  atestiguaban— y  estaban  dispuestos  a  aceptar  un  sátrapa,  si  tenía
       a bien  nombrárselo,  a  pagar  un  tributo  y  a  entregar  rehenes,  tantos  como  el  rey
       les  pidiera.  Alejandro  exigió  que  le  fuesen  entregados  mil  hombres  de  los  más
       nobles  de aquel  pueblo,  para  que  le  siguieran  como  rehenes  o,  si  él  lo  ordenaba,
       hicieran la  guerra  con  él  hasta  la  total  sumisión  de  las  demás  tierras  de  la  India.
       Los  oxidracios  entregaron  los  mil  hombres  exigidos  y  enviaron  además,  volun­
       tariamente,  quinientos  carros  de  combate,  servidos  cada  uno  por  dos  comba­
       tientes  y  un  auriga;  Alejandro  mandó  a  los  mil  primeros  que  se  volvieran  a  sus
       casas  con  todos  los  honores,  pero  aceptó  los  carros  de  combate  y  los  incorporó
       a  su  ejército;  los  dominios  de  los  oxidracios,  al  igual  que  los  de  los  malios,  fue­
       ron  anexionados  a  la  satrapía  índica,  regentada  por  Filipo.


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           Después de reponerse  de su herida y de  dar gracias a los  dioses  con  solemnes
       sacrificios  y  torneos  por  su  curación,  Alejandro  partió  con  sus  tropas  del  campa­
       mento  situado  en  la  desembocadura  del  Hiarotis.  Durante  la  estancia  del  ejér­
       cito  en  aquel  lugar  fueron  construidos  muchos  barcos  nuevos,  lo  que  permitió
       que  ahora  acompañasen  al  rey,  por  la  vía  fluvial,  muchas  más  tropas  que  antes;
       se  embarcaron  con  él  10,000  hombres  de  infantería,  entre  las  tropas  de  arma­
       mento  ligero  los  arqueros  y  los  agríanos,  y  además  1,700  hombres  de  la  caba­
       llería  macedonia.  Alejandro  partió,  pues,  de  las  riberas  del  Hiarotis  y  navegó
       río  Acesines  abajo,  cruzando  por  el  país,  ahora  amigo,  de  los  oxidracios,  por
       delante  de  la  desembocadura  del  Hifasis,  hasta  el  sitio  en  que  confluyen  el
       caudaloso  Panchnad  y  el  Indo.  El  único  pueblo  que  Pérdicas  se  vió  obligado  a
       someter  por  la  fuerza,  a  su  paso,  fué  el  de  los  abastanos  (Abasta);  los  demás,
       tanto  los  de  cerca  como  los  de  lejos,  enviaron  a  las  fuerzas  expedicionarias  em­
       bajadas  con  muchos  y  valiosos  regalos,  telas  finas,  piedras  preciosas  y  perlas,
       abigarradas  pieles  de  serpiente,  caparazones  de  tortuga  y  leones  y  tigres  domes­
       ticados;  bajaron  también  el  río  una  serie  de  nuevos  barcos  de  treinta  remos  y
       buques  de  carga,  que  Alejandro  había  mandado  construir  en  el  país  de  Jatras.
       Aquí,  donde  el  Indo  recoge  las  aguas  del  Panchnad,  en  el  que  confluyen  los
       cinco brazos  orientales, y donde  se  halla  el  centro  natural  para  el  comercio  entre
       el  interior  del  país  y  la  desembocadura  del  Indo,  decidió  Alejandro  fundar  una
       ciudad  helénica,  llamada  a  ser  un  centro  de  población  tan  estratégico  para  la
       defensa  del  país  como  importante  y  floreciente  para  el  comercio  por  el  Indo;
       esta  ciudad  había  de  ser,  al  mismo  tiempo,  el  punto  más  meridional  de  la  sa­
       trapía  índica  de  Filipo,  quien  se  quedó  allí  con  un  poderoso  ejército,  formado
       por  todas  las  tropas  tracias y  una  parte  considerable  de  las  tropas  de  armamento
       pesado  de  las  falanges,  habiéndosele  conferido  la  misión  de  velar  por  la  seguri­
       dad  del  comercio  en  aquella  comarca,  de  construir  sobre  el  Indo  un  puerto  es­
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