Page 346 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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342                     PARTIDA  DE  LA  FLOTA

      ya  terminadas  unas  y  otras  en  construcción;  armadías  de  troncos  que  habían  ba­
       jado  por  el  río  desde  las  montañas,  lanchones  con  provisiones  de  todas  clases,
      barcas  transportando  material  de  construcción  y  material  de  guerra  animaban  el
       río,  en  cuyas  orillas  bullía  la  actividad  afanosa  y  pintoresca  de  un  ejército  acam­
      pado,  formado  por  contingentes  de  todas  las  naciones.  El  objetivo  inmediato
       de  Alejandro  fué  reconstruir  de  un  modo  más  completo  y  duradero  las  dos  for­
       talezas  que,  levantadas  rápidamente  y  sobre  profundos  cimientos,  habían  experi­
       mentado  algunos  daños  en  sus  muros  y  en  sus  construcciones  por  la  acción  de
       las  aguas.  En  seguida  se  procedió  a  poner  las  embarcaciones  en  disposición
       de combate. Siguiendo la costumbre helénica, Alejandro escogió  de  entre las  perso­
       nas más ricas y distinguidas que le acompañaban treinta y tres trierarcas, para quie­
       nes  esta  liturgia  y  la  tarea  de  honor  de  dar  a  cada  barco  una  dotacién  escogida
       y  capaz  se  convirtió  en  una  emulación  muy  fecunda  para  la  causa.  La  relación
       de  estos  trierarcas  da  una  idea  bastante  clara  y  elocuente  de  las  personas  que
       rodeaban  al  rey.  Figuran  entre  ellos  veinticuatro  macedonios:  los  siete  oficiales
       de la  guardia  de Alejandro y  Peucestas,  nombrado  ahora  para  incorporarse  a  ella;
       el  estratega  e  hiparca  Crátero,  entre  los  estrategas  de  la  falange  Atalo,  entre  los
       ciliarcas  de los hiparpistas Nearco,  un  tal  Laomedón,  que  no  era  soldado,  y  aquel
       Andróstenes  que  después  del  regreso  del  ejército  a  Babilonia  condujo  la  flota
       dando la vuelta a la Arabia;  de los once  macedonios  restantes  no  se hace  mención
       nominal  en  las  fuentes;  es  posible  que  algunos  de  ellos  prestasen  servicio,  como
       Laomedón,  en  puestos  civiles  o,  por  lo  menos,  de  intendencia,  cuyo  número  e
       importancia  debían  de  ser  grandes  en  un  ejército  así,  aunque  no  tengamos  deta­
       lles  acerca  de  ello.  Otras  seis  trierarquías  estaban  desempeñadas  por  helenos,
       entre los  cuales  figuraban  el  escribano  del  rey,  Eumenes  de  Cardia,  y  el  larisense
       Medio,  uno  de los  más  íntimos  de  Alejandro.  Finalmente,  el  persa  Bagoas  y  dos
       chipriotas,  hijos  de  reyes¿  No  es  posible  saber  si  estos  trierarcas  se  encargaron
       de  aparejar  toda  la  flota  o  solamente  de  las  embarcaciones  grandes,  que  eran
       los  ochenta  barcos  de  treinta  remeros.
           Para  conseguir  la  dotación  de  esta  flota  fluvial  se  escogieron  en  el  ejército
       todos  los  fenicios,  egipcios,  chipriotas  y  griegos  de  las  islas  y  de  las  costas  asiá­
       ticas,  distribuyéndolos  entre  los  barcos  como  marineros  y  remeros;  en  menos  de
       un  mes,  todo  estaba  preparado  para  que  la  flota  zarpase.  Mil  embarcaciones
       de  todas  clases  estaban  preparadas  en  las  aguas  del  río,  entre  ellas  ochenta  ar­
       madas  como  barcos  de  guerra  y  doscientas  barcazas  descubiertas  para  el  trans­
       porte  de  los  caballos;  todos  los  demás  medios  de  transporte  por  agua  que  logra­
       ron reunirse  a lo largo  del  río y  que  se  incorporaron  a  la  flota  en  las  condiciones
       en que se encontraron  fueron  destinadas  al traslado  de  tropas y al  desplazamiento
       de  víveres  y  materiales  de  guerra,  de  los  que,  según  una  noticia  bastante  inse­
       gura, acababan de recibirse grandes remesas, a la  par con  nuevos  envíos  de  tropas,
       formados  por  seis  mil  jinetes  y  varios  miles  de  hombres  de  infantería.
           La  navegación  río  abajo  debía  comenzar  en  los  primeros  días  de  noviem­
       bre.  Alejandro  convocó a los hetairas y a los  embajadores  de  los  príncipes  índicos
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