Page 345 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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PARTIDA  DE  LA  FLOTA                   341
      la  órbita  de  su  poder  el  principado  de  Arsaces  (Urasa),  situado  cerca  de  Kach-
      inir.  Tras  los  sacrificios  y  fiestas  de  consagración  de  la  nueva  ciudad,  Alejandro
      y su ejército  cruzaron  el  Acesines y,  hacia  fines  de  septiembre,  los  distintos  des­
      tacamentos  expedicionarios  llegaron,  también  después  de  cruzarlo,  a  las  ciu­
      dades  recién  fundadas  de Nicea  y Bucéfala,  en  los  bordes  del  Hidaspes.
          Alejandro  había  concebido  la  idea,  grandiosa  y  preñada  de  porvenir,  de  no
      retornar  a  su  imperio  desde  la  cuenca  del  Indo  siguiendo  el  mismo  camino  que
      a  la  ida,  sino  por  los  territorios  situados  río  abajo,  para  someterlos  a  la  fuerza
      de sus armas y, al  mismo  tiempo,  llevar a  ellos la  simiente  del helenismo.  Su  re­
      lación  con este mundo índico  recién  descubierto,  que  no  era la  de  un  dominador
      directo,  sino  que  tenía  por  mira  el  comercio  con  aquellos  pueblos,  abierto
      ahora  por vez  primera^  él  desarrollo  gradual  de  estos  nuevos  contactos  y  comien­
      zos,  no  habría  podido  ser  plenamente  eficaz  ni  siquiera  existir  a  la  larga  si  sólo
      hubiese tenido como nexo de unión la satrapía índica y las aguas  del  Cofen. Aun­
      que  aquella  satrapía  constituía  la  ruta  principal  del  comercio  mutuo,  era  nece­
      sario,  indudablemente,  que  el  río  Indo  en  toda  su  extensión  estuviese  en  manos
      de  los  macedonios,  que  los  pueblos  que  moraban  en  la  parte  baja  de  este  gran
      curso  de  agua  se  acostumbrasen  a  reconocer  la  misma  influencia  que  los  del
      país  de  los  cinco ríos;  era  necesario  proceder  contra  ellos  con  tanta  mayor  ener­
       gía  cuanto  que  algunos  de  estos  pueblos,  principalmente  los  malios  y  los  oxidra­
      cios,  se  aferraban  a  su  independencia  y  a  su  fama  guerrera  y  repugnaban  o  des­
       preciaban  toda  influencia  que  viniese  de  fuera;  no  había  más  remedio  que
      vigorizar  esta  influencia  y  darle  puntos  de  apoyo  firmes  mediante  el  estableci­
       miento  de  colonias  helénicas  en  las  mismas  márgenes  del  Indo.  Este  era  el
       designio que animaba ya a Alejandro en el momento  de partir del Hidaspes  hacía
       el  este,  cuando  dió  las  órdenes  necesarias  para  que  se  construyera  la  gran  flota
       del  Indo,  con  la  que  pensaba  navegar  por  este  río,  aguas  abajo,  y  salir  hasta  el
       gran  mar;  y  ahora,  habiéndose  demostrado  imposible  continuar  la  campaña
       hasta  el  Ganges  y  hasta  el  mar  del  Oriente,  era  lógico  que  Alejandro  se  apli­
       case con  celo redoblado a  esta  expedición que,  si  no prometía  tanta  gloria  ni  un
       botín  tan  grande  como la  marcha  hacia  el  Ganges,  habría  de  ir  seguida,  induda­
       blemente,  de  grandes  éxitos.


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           Durante  los  cuatro  meses  transcurridos  desde  que Alejandro  partiera  de  las
       márgenes  del  Hidaspes  había  cambiado  completamente  la  fisonomía  de  esta  re­
       gión,  en  la  que  ahora  se  levantaban  las  dos  nuevas  ciudades  fundadas  por  él.
       Había pasado la  época  de lluvias,  las  aguas  empezaban  a  volver  a  su  cauce  y las
       tierras  ribereñas  de  la  izquierda  del  río,  fecundadas  por  la  inundación,  aparecían
       cubiertas  por  el  verde  frondoso  de  los  arrozales.  La  otra  orilla,  por  debajo  de
       las  alturas  sombreadas  de  bosques,  era  en  una  extensión  de  varias  millas  un  in­
       menso astillero,  en  el  que  se  veían cientos  de  grandes  y  pequeñas  embarcaciones,
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