Page 366 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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362 NEARCO, AL FRENTE DE LA FLOTA
aquellos dioses que acogieran graciosamente a su flota en las aguas del océano y
se dignasen guiarla con bien hacia poniente, hasta la desembocadura del Eufra
tes, tras de lo cual arrojó al océano su cáliz de oro.
Después regresó a donde estaba su flota, remontó el río con ella ν retornó
a Patala. Durante su ausencia habíase terminado la construcción de la ciudadela
y se habían empezado las obras del puerto; había regresado también Peitón con
su cuerpo de ejército, después de cumplir los encargos recibidos de Alejandro,
dejando apaciguado el país y pobladas las nuevas ciudades.
Alejandro había explorado el brazo derecho de la desembocadura del Indo
y los múltiples obstáculos que ofrecía a la navegación, pues el monzón y el alto
nivel de las aguas del río en esta época del año se combinaban para hacerla difí
cil. Decidió explorar también el segundo brazo principal del río, el que quedaba
al este, bajando por él al mar para averiguar si era más asequible a la navegación.
Después de recorrer un buen trecho en dirección sudeste, las aguas del río se
ensanchan para formar un gran lago, alimentado por algunos ríos pequeños y
grandes que bajan desde levante y parecido a una ensenada marítima; en él
encontráronse incluso peces marinos. La flota atracó a las orillas del lago, en los
sitios más indicados para ello, señalados por algunos naturales del país. Alejandro
dejó allí a la mayor parte de sus tropas con todos los cercuros al mando de Leona-
to y continuó con las semitrieras y los barcos de treinta remos, lago adelante,
hasta la desembocadura del Indo. Salió al mar sin haberse encontrado con el
furioso oleaje ni con las altas mareas que hacían tan peligrosa la navegación por
el brazo occidental, el más ancho de todos; ordenó que los barcos atracaran junto
a la desembocadura del río y se fué con algunos de sus hetairas a recorrer durante
tres días las playas, para explorar la estructura de aquella parte de la costa y abrir
pozos para abastecer de agua a los navegantes. Luego retornó a sus barcos y con
ellos, a través del lago, y río arriba, hasta Patala, mientras una parte del ejército
subía por la orilla, también con la misión de abrir pozos en aquellas áridas tierras.
Desde Patala volvió a bajar al lago, donde dio las órdenes necesarias para cons
truir un puerto y varios astilleros, dejando allí una pequeña guarnición para
proteger aquellos lugares.
Hasta allí, todo se había desarrollado, pues, con arreglo al grandiosojglan de
Alejandro; faltaba, sin embargo, para llevarlo a cabo, lo más difícil y peligroso
de todo: el descubrir la ruta marítima que en lo sucesivo habría de unir al Indo
con el Eufrates. Para comprender la grandiosidad de semejante plan es necesario
tener en cuenta el estado en que en aquel entonces se encontraban la navegación
y la geografía. La construcción de barcos era bastante imperfecta y muy poco
adecuada a las exigencias de las aguas oceánicas; los únicos factores de orientación
de los viajes por mar eran las estrellas y las costas, cuya proximidad, como es
natural, resultaba, no pocas veces, harto peligrosa. La fantasía de los helenos ha
bía poblado el mar de portentos y monstruos de todas clases, y los macedonios,
intrépidos y valientes cuando tenían enfrente a un enemigo, carecían de armas y
no dejaban de sentir miedo frente al falso elemento. Por último, había el proble