Page 374 - Droysen, Johann Gustav - Alejandro Magno
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MARCHA HASTA CARMANIA 371
da de la flota a aquellas playas y de tener preparado todo lo necesario para
recibirla, de llevar a cabo la colonización de la nueva ciúdad, de hacer frente
a los posibles desórdenes y actoá de resistencia por parte de aquel pueblo y de
hacer cuanto estuviera de su parte por atraer a las nuevas condiciones de vida
a los oritas, hasta entonces independientes; por su parte, Apolófanes, el sátrapa,
recibió el mandato de hacer todo lo posible por reunir en el interior de Gedrosia
ganado de carne y provisiones suficientes para que el ejército no pasara hambre.
M ARCHA D EL E JE R C IT O A TRAVÉS DE LOS DESIERTOS DE LA
GEDROSIA HASTA CARMANIA
Tras esto, Alejandro abandonó el país de los oritas, camino de la Gedrosia.
La faja de la costa, llana y cálida, fué ensanchándose y haciéndose más desolada,
el calor era más sofocante y el camino más penoso; los expedicionarios recorrían
durante días enteros solitarias zonas arenosas, en las que de vez en cuando algún
grupo de palmeras brindaba una mísera sombra bajo un sol abrasador que caía
casi perpendicularmente sobre las cabezas; más frecuentes eran los arbustos de la
mirra, que aromatizaban intensamente la atmósfera bajo los rayos ardientes del
sol y cuya resina fluía sin que nadie la aprovechara; los comerciantes fenicios, que
seguían al ejército con numerosos camellos, reunieron allí grandes cantidades de
aquella preciosa sustancia, muy apreciada en el occidente bajo el nombre de mirra
arábiga. Cerca del mar o de los ríos florecía el tamarisco, con su intenso perfume
y al ras de la tierra retorcíanse las raíces del nardo índico y crecía una maleza
espinosa, en la que quedaban presas, como los pájaros en las redes, las liebres que
venían huyendo, asustadas, ante el estrépito del ejército. Las tropas pasaban las
noches cerca de estos lugares y se tendían a descansar sobré lechos de hojas de
mina y de nardo. Pero, a medida que avanzaban, la costa iba haciéndose más
desolada y más intransitable. Los ríos sumíanse entre la arena ardorosa e iba
desapareciendo toda Vegetación; durante millas y millas no se veía rastro de hom
bres ni de bestias. Las tropas empezaron a marchar por las noches y a descansar
durante el día; se internaron más, para recorrer aquel desierto por el camino más
corto y, al mismo tiempo, para buscar provisiones con destino a la flota; algunos
destacamentos fueron enviados por la costa para que fuesen depositando allí las
provisiones, abriendo pozos y explorando la accesibilidad de aquellas playas para
los barcos. Algunos de los soldados de caballería encargados de este servicio al
mando de Toas trajeron la noticia de que en la costa no había más que unas
cuantas chozas de pescadores hechas de costillas de ballena y algas; sus habitan
tes, gentes míseras y pobres de espíritu, vivían de pescado seco y de harina de
pescado y bebían el agua salobre de los pozos abiertos en la arena; las tropas
macedonias habían llegado al país de los ictiófagos. Decíase que tierra adentro
se encontraban algunos poblados; decidieron ir en busca de ellos, pues la falta de
víveres iba haciéndose ya muy sensible. Tras largas y agotadoras marchas noctur
nas, en las que ya no era posible mantener la disciplina y el orden proverbiales