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GUERRA  CIVIL  III


             CXI.        1  Achilas,  confiando  en  esta  chusma  y  menos­
          preciando la exigüedad de los soldados de César,1  ocupaba
          Alejandría,  excepto  aquella  parte  de  la  plaza  que  César
          abarcaba  con  sus  tropas. 2  En  un  primer  intento,  aquél
          trató  de  asaltar el  domicilio  de éste,3  pero  César  sostuvo
          ese  ataque  mediante  cohortes  apostadas  por  las  calles.
          2  Al  mismo  tiempo,  se  combatía  en  el  puerto, 4  y  esta
          circunstancia dio a la lucha su importancia máxima.  3  En
          efecto, los enemigos, a un tiempo que se combatía en desta­
          camentos  fraccionados  por  las  calles,  trataban  de  apode­
          rarse  de  una  gran  multitud  de  barcos  de  guerra,  de  los
          cuales  cincuenta  habían  sido  enviados,  como  refuerzo,  a
          Pompeyo,  y,  una  vez  consumada  la  batalla  de  Tesalia,
          habían  regresado  a  su  arsenal,  todos  ellos  cuadrirremes
          o quinquerremes  listos  y pertrechados  con  todos  sus  apa­
          rejos  para  la  navegación;  5  además  de  ellos,  había  otras
          veintidós  naves,  todas  ellas  cubiertas,  que  solían  perma­
          necer  en  Alejandría  con  el  objeto  de  custodiarla.               4  Si
          el  enemigo llegaba  a  adueñarse  de  dichos  navios,  captu­
          rada  la  flota  de  César, tendrían bajo  su dominio  el  puerto
          y  el  mar  enteros  y  bloquearían  el  aprovisionamiento  y
          los  refuerzos  de  César.           5  De  esa  manera,  la  lucha  se
          desarrolló  de  modo  tan  encarnizado  como  debió  desarro­
          llarse,  pues  en  el  resultado  de  ella  el  enemigo  veía  con­
          sistir  su  rápida  victoria  y  los  nuestros  su  salvación.
          6  Pero  César  logró  salir  avante,  incendiando  todas  las
          naves  susodichas y otras que estaban surtas en los astilleros
          —puesto  que  le  era  imposible  controlar  con  su  escasa
          fuerza  tan  amplio  espacio—,  e  inmediatamente  después
          desembarcó  a  sus  soldados  en  el  Faro. 6


              CXII.       1  El  Faro  es  una  torre  de  enorme  altura,1
          edificada  con maravillosa maestría, 2  que toma  su  nombre
           de la isla en que se levanta. 3          2  Esta isla,  contrapuesta 4
          a  Alejandría,  constituye  un  puerto  pero,  echado  al  mar
          un  dique 5  por los reyes anteriores, 6  de novecientas millas
           de largo,7  se une la  isla con la ciudad mediante un  camino



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