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GUERRA  CIVIL  III


           y el  otro  fue asesinado.          6  Ante  tal hecho,  César  resol­
           vió conservar en  su poder al  rey,  estimando que  inspiraría
           a sus súbditos el mayor respeto el nombre de sus monarcas,
           y  que,  en  caso  de  guerra,  ésta  se  considerase  declarada,
           más  que como empresa real,  como  maquinación  particular
           de  unos  cuantos  salteadores.


              CX.        1  Estaban a  las  órdenes de  Achilas  huestes  que
           no  podían  considerarse  despreciables,  ni  por  su  número,
           ni  por  su  clase  de  hombres,  ni  por  su  experiencia  mili­
           tar.     2  Tenía,  en  efecto,  veinte  mil  armados.  Consistían
           dichas  tropas  en  soldados  exgabinianos,1  que  ya  habían
           caído  en  los  hábitos  de  la  vida  y  molicie  alejandrinas, 2
           olvidando  el  nombre  y  la  disciplina  del  pueblo  romano,3
           y casándose con esposas  de  las  cuales  tenían muchos hijos.
           3  A  ellos  se  agregaban  reclutas  de  piratas  y  asaltantes
           de  las  provincias  de  Siria  y  de  Cilicia  y  de  las  comarcas

           a ellas limítrofes. 4  Además,  habían  confluido  ahí  muchos
           condenados  a muerte o  a  destierro.              4  Para  todos  nues­
           tros esclavos fugitivos había en Alejandría un asilo  seguro
           y  una  situación  confortable  de  vida,  con  sólo  enlistarse  y
           ser  del  número de  los  soldados;  5  si  alguno  de  éstos  pre­
           tendía ser  recuperado  por  su  amo,  de  común  acuerdo  era
           liberado  por  sus  camaradas  que,  por  ser  sujetos  de  culpa
           semejante,  defendían  a  los  suyos  de  la  violencia  como  si
           se  tratase  de  su  propio  riesgo. 6          5  Todos  estos  indivi­
           duos,  según  cierta  práctica  del  ejército  alejandrino,  solían
           reclamar  la  muerte  de  los  favoritos  del  rey,  saquear  los
           bienes de  los opulentos, asediar el palacio real reclamando
           el  aumento  de  su  estipendio,  expulsar  a unos  del  gobierno

           y colocar  a  otros  en  éste.  Había,  además,  dos mil  jinetes.
           6  Todas  las tropas susodichas  estaban  arraigadas,  gracias
           a  muchas  guerras,  en  Alejandría;  7  habían  devuelto  a  su
           trono  a  Tolomeo  el  Padre, 8  habían  asesinado  a  dos  hijos
           de  Bíbulo 9  y habían abrumado con guerras a los egipcios:
           tal  era la  experiencia militar  que poseían.



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