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GUERRA  CIVIL  III


          consideraba que todo  sitio  sería  para  él igualmente  segu­
          ro.      4  En  Alejandría  se  enteró  de  la  muerte  de  Pom-
          peyo,  y  allí,  al  comenzar  a  salir  de  su  nave,  escucha  los
          gritos  de  los  soldados  que  el  rey  había  dejado  de  guar­
          nición  en  la  plaza  y  ve  una  multitud  echársele  encima
          porque  iba  precedido  de  los  haces.7  Toda  una  multitud
          repetía  que  ello  disminuía  la  majestad  real.             5  Calmada
          la  turbamulta,  en  los  días  subsecuentes  continuamente  se
          realizaban  desórdenes  con  el  amotinamiento  del  popula­
           cho,  y muchos soldados,  por  todas las calles  de  los barrios
          de  la  ciudad,  eran  asesinados.


              CVII.       1  Advirtiendo  tales  circunstancias,  César  or­
          denó  que se le  enviaran  del Asia otras legiones de  las  que
          había  organizado  con  los  antiguos soldados pompeyanos.1
           Por  otra  parte,  le  era  forzoso  mantenerse  en  Alejandría,
          a  causa  de  los  vientos  etesios,2  tan  hostiles  a  los  nave­
          gantes.       2  Además,  estimando  que  las  diferencias  de
          ambos reyes concernían al  pueblo  romano 8  y  a él mismo,
          que  era  su cónsul4  y  que  tal  asunto  le  atañía  tanto  más
          personalmente  cuanto  que  en  su  anterior  consulado6  se
          había concertado,  por  ley  y  por  senado-consulto,  la  socie­
          dad  con  su  padre  Tolomeo, 6  manifestó  que  el  rey  To­
          lomeo7  y  su  hermana  Cleopatra  disolvieran  los  ejércitos
          que  poseían  y  que  contendieran  sobre  sus  disputas  en
          derecho,  antes  que  con  las  armas.


              CVIII.        1  Disfrutaba de la regencia del reino, a causa
          de  la  menor  edad  del  rey-niño,  su  ayo,  un  eunuco  de
          nombre  Pothino.1  Este individuo comenzó primero a que­
          rellarse  y  a  escandalizarse  entre  sus  allegados  de  que  a
          un  rey  se  le  hiciese  comparecer  a  juicio; 2                 2  luego,
          hallando  entre  los  favoritos  del  monarca  a  ciertos  per­
          sonajes  que  oían  con  beneplácito  sus  protestas,  llamó  en
          secreto  al  ejército  de  Pelusio  a  Alejandría,  y  al  mismo
          Achilas,  de quien  antes  hemos  hecho  mención,  lo  puso al
          frente  de  todas  sus  tropas.           3  A  éste,  atizado  y  engo-



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