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GUERRA  CIVIL  III


          hallaban  en  la  provincia, 5  pero  que  habían  huido,  con­
          teniéndose  con  la llegada  de  César.             2  Así,  en  dos  oca­
          siones,  César  proporcionó  amparo  al  tesoro  efesiano. . . 6
           (laguna)...         3  También  constaba  que  en  Elis,7  en  el
          templo  de  Minerva,  rememorando  y  recontando  los  días,
          en  la  fecha  en  que  César  entabló  su  batalla  propicia,  la
          estatua  de  la  Victoria,  que  antes  estaba colocada  frente  a
          la  misma  Minerva8  y  había  estado  orientada  hacia  la
           estatua  de dicha  diosa,  se  había  volteado  hacia las puertas
          y la entrada del templo.            4  En la misma fecha, en Antio-
          quía de Siria, se oyó por dos veces tanto vocerío de ejércitos
          y tal clangor de trompetas, que la ciudadanía corrió armada
           por las murallas de la ciudad;              5  y  en  Pérgamo,9  den­
          tro  de  los  recintos  secretos  y  escondidos  de  su  templo
          —a  los que,  con  excepción de  los  sacerdotes, no  está  per­

          mitido  a  nadie  entrar,  y  que  los  griegos  llaman  adita—■
           resonaron atabales.10  Finalmente, en Trales,11  en el tem­
           plo  de  la  Victoria,  en  el  que  habían  erigido  una  estatua
           a  César,  aproximadamente  en  esas  fechas,  en  el  interior
           de la construcción,  entre las junturas de las baldosas, mos­
           traban  que había nacido  una palma  del  pavimento.12


              CVI.       1  César,  demorándose  unos  cuantos  días  en
          Asia,  y  habiendo  oído  que  Pompeyo  había  sido  visto
           en  Chipre,1  conjeturando  que  aquél  tomaría  el  camino
           de  Egipto,  por  las  buenas  relaciones  que  había  dejado  en
           el  reino  y  por  las  facilidades  que  implicaba  aquel  lugar,
           con  una  legión  que había ordenado  que  lo  siguiera  desde
           Tesalia2  y  otra  que  había  organizado  en  Acaya8  Fufio
           Caleno,4  así  como  con  ochocientos  jinetes  y  diez  naves
           de  guerra  y  algunas  otras  que  provenían  del  Asia,  llegó
           a  Alejandría.        2  En  dichas  legiones  contaban  tres  mil
           doscientos  hombres;  5  los demás,  agobiados por las heridas
           que  habían recibido en  batalla y  por el trabajo  y  la  enor­
           midad  del  camino,  no  habían  podido  llegar  hasta  allí.
           3  Pero  César, confiando en el renombre de  sus hazañas, 6
           no  había  dudado  en  viajar  con  fuerzas  tan  reducidas  y



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