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GUERRA  CIVIL  III


           dos días por el mal tiempo y, habiéndose agenciado algunas
           naves ligeras,  se llegó a la Cilicia, y  de ahí pasó a Chipre.®
           6  En este sitio se enteró de que, por determinación unáni­
           me  de  los antioquenses  y  de  los  ciudadanos  romanos  que
           tenían allí el domicilio de sus negocios,  se habían alzado en
           armas  para  rechazarlo  y  habían  enviado  emisorios  que  se
           decía que en  su huida se habían amparado  en regiones  cer­
           canas, a fin de que no se aproximaran a Antioquía,7 pues si
           lo hiciesen habría de ser a costa de gran peligro de su vida.
           7  Igualmente, Lucio Léntulo, que había sido cónsul el año
           anterior,  y  Publio  Léntulo,  otro varón  consular, 8  habían
           fondeado en  Rodas, 9  con algunos otros fugitivos;  a todos
           los cuales,  que  iban huyendo  en  pos  de  Pompeyo y habían
           llegado a la isla  mencionada,  no se les  recibió en  esa plaza
           y  puerto  y  se  les enviaron  emisarios  para  que  se  alejaran
           del sitio en que estaban  surtos, por lo que, contra su propia
           voluntad,  levaron anclas.            8  Y ya  la  fama  precedía,  en
           aquellas  comunidades, a  la  llegada  de  César.



              CIII.       1  Enterado  de  tales  circunstancias,  Pompeyo,
           abandonando  su  proyecto  de llegarse  a  Siria,1  recabando
           dinero de las sociedades publicanas,2 exigiéndolo de ciertos
           particulares, abarrotando sus buques de una enorme  canti­
           dad  de  monedas  de  bronce  para  el  pago  de  sus  gastos
           militares,  junto  con  dos  mil  hombres  armados  8  —parte
           de los cuales él mismo había escogido entre los esclavos de
           las  compañías  financieras,  mientras  la  otra  parte  la  ha­
           bía obtenido de ciertos comerciantes, cada uno de los cuales
           estimó  quiénes  de  sus  esclavos servirían  para  la  milicia—
           llegó  a  Pelusio.4         2  Allí,  de  casualidad,  estaba  el  rey
           Tolomeo,6 un niño por la edad, al  frente de enormes  fuer­
           zas,  por  estar  dirigiendo  una  guerra  contra  su  hermana
           Cleopatra, 6 a la cual, unos meses antes, por intrigas de sus
           favoritos 7  y amigos  había  expulsado  del trono;  el  campa­
           mento de Cleopatra no distaba del suyo largo trecho.  3  A
           dicho  rey,  mandó  Pompeyo  emisarios,  solicitándole  que,
           en memoria de su hospitalidad y su amistad con su padre,8


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