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GUERRA  CIVIL  III


          disponía privar de agua a los marinos enemigos,  gracias  a
          patrullas de jinetes  destacadas en la playa.               3  Pero Lelio,
          gracias  al  aprovechamiento  de  una  estación  más  benigna
          del año e  para la navegación, hacía llegar, en embarcaciones
          de carga,  desde  Corcira y Dirraquio,  agua potable para los
          suyos,  y  ni  se  le  logró  apartar  de  su propósito,  ni,  antes
          de conocerse la batalla  consumada en Tesalia, 7  se  le pudo
          arrojar  del  puerto  y  de  su  isla,  sin  que  influyeran  en  él
          ni  la  deshonra  de  perder  sus  naves,  ni  la  carencia  de  las
          cosas más necesarias.


              CI.      1  Aproximadamente hacia la misma época, Casio1
          llegó  a  Sicilia,  con  las  flotas  siria,  fenicia  y  ciliciana  y,
          estando  dividida  la  flota  de  César  en  dos  partes,  una  de
          las cuales comandaba el pretor Publio  Sulpicio 2 en Vivo,8
          y  la  otra  Marco  Pomponio  en  Mesina,  Casio  se  apresuró
          hasta las naves de  Mesina antes de que  Pomponio  se  ente­
          rara de su llegada.          2  Y sorprendió a éste completamente
          desorganizado, sin la menor vigilancia ni disciplina precisa,
          y,  aprovechando  un  viento  considerable  y  propicio,  y, lle­
          nando  barcos  de  carga  con resina, pez,  estopa y  las demás
          cosas  que  sirven  para  el  incendio,  los  echó  encima  de
          la  flota de  Pomponio y  le quemó todas  sus  embarcaciones,
          de  las  cuales  veinte  eran  cubiertas. 4            3  Y  tanto  terror
          inspiró dicho  acontecimiento  que,  aun habiendo una legión
          de  guarnición  en  Mesina,  con  dificultad  se  defendió  la
          plaza, y si no hubiera sido porque entonces ciertos mensaje­
          ros  hubiesen  traído,  por  postas  de  caballería,  nuevas  de  la
          victoria de  César, muchos  estimaban que habría de aconte­
          cer  que  la  localidad  se  perdería.          4  Pero llegados opor-
          tunísimamente  los  emisarios,  ello  sirvió  de  defensa  a  la
          plaza;  Casio,  entonces, se  dirigió a  Vivo,  en  donde estaba
          surta la  flota de  Sulpicio y arrimadas a tierra, a  causa  del
          mismo  temor,  cerca  de  cuarenta  naves  nuestras,  con  las
          que  el  enemigo  procedió  de manera  idéntica a como lo ha­
          bía hecho antes:  Casio, esperando un viento propicio,  echó
          encima de nuestra  flota  embarcaciones  de  carga  incendia-


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