Page 86 - Guerra civil
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INTRODUCCIÓN


            cuanto  al  Oriente,  pensó  en  una  necesaria  expedición  a
            la  Tracia  y  a  la  Dacia,  que  amagaban  con  sus  revueltas
            y  sus  invasiones.  Por  lo  que  se  refiere  al  Egipto,  bastó,

            para  ejercer  en  él  su  soberanía,  trasladar  a  Cleopatra y  a
            su  hermano-esposo  a  Roma  para  poder  gestionar  el  go­

            bierno  de  la  cuenca  del  Nilo.
               Y,  aunque  esta  situación  no  se  prolongó  más  allá  de

            dos años,  permitió ver que  Roma no  encontraría problema
            en la ocupación del  Egipto y en su ulterior dominio formal.
            En cuanto  a  la  Dacia  y  a  la  Parthia,  consideró  inevitable

            la  guerra  con  ambas  y  concentró  al  efecto,  en  Apolonia,
            16 legiones y  10 000 caballeros, proyectando hacer pedazos
            primero  el  reino  Dacio  de  Burebistas,  para  después pasar
            por  la  Armenia,  a  sondear  las  fuerzas  de  los  partos,  y  a

            vencerlos  luego;  pero  no  sin  antes  haber  consolidado  en
            Roma  el  régimen  constitucional  que  le  permitiría  el  éxito
           de  ambas  expediciones.

               Y  aquí  es  ocasión  de  tratar  el  delicado  punto  de  la
           ambición de poder de  César:  ¿pretendió adoptar la monar­

           quía teocrática  para hacerse  respetar  de  los  reyezuelos  del
            Asia  y  de  otras  comarcas?  ¿Fundar  su  dictadura  con  la
           adhesión  de  los  dioses,  para  que  bajo  ese  telón  el  pueblo

            romano,  con  su  nueva  constitución,  pudiera  prosperar?
           ¿Quiso  hacerse  pasar  por  un  dios?  ¿O  por  el  favorecido
           de  un  numen  que  inspira  a  los  conductores  de  hombres?
           Desde  el  68  se  había  dado  a  conocer  como  descendiente

           de Venus y de Marte;  después había asaltado el pontificado
           máximo;  había aceptado las  reiteradas supplicationes a  los

           dioses, decretadas  en  su nombre  por  sus  numerosas  victo­
           rias.  Así,  puede  haber cultivado  su  apoteosis;  pero  en  sus
           libros  apenas  si  deja  ver  un  lampo  de  su  creencia  en  los




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