Page 87 - Guerra civil
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INTRODUCCIÓN
dioses, y a la única que alude constantemente en la Guerra
Civil es a la Fortuna, a la Suerte. Y además están los
testimonios de Salustio y de Cicerón sobre su incredulidad
en la otra vida y en el paso trascendente de la muerte,
a pesar de que el senado lo declara en una estatua hemitheos,
prosternándose ante las manifestaciones de su gloria, y de
que Cicerón lo considera en su Pro Marcellus deo simil
limum.
Carcopino destaca la obra maestra sicológica de César
al atribuirse, por numerosos actos, el culto del divus jui-
lius: la celebración de su dies natalis, la eponimia del
quintilis convertido en julio, su carro procesional o tursa,
su tabla de ofrendas o feculum, el servicio de un flamen
dialis y la inauguración de estatuas culturales: la del templo
de Quirino y la del templo de la Clemencia. Y agrega
que, una vez divus, astutamente pretende descender a rey,
quien no admite sujetos por encima de él, lo que concluye
en su dictadura perpetua, por senado-consulto de 14 de
febrero de 44.
Desde entonces se consuma lo irreparable: dictador,
César manda a todas las legiones, y todos los magistrados
y promagistrados no obran sino bajo sus auspicios y como
sus delegados. Manda a los tribunos de la plebe, liberado
de su intercessio pero participando de su inviolabilidad y de
sus iniciativas; manda a los senadores, cuya opinión ya no
lo encadena, y que de pie le llevan el homenaje de sus
decretos, mientras él se sienta en una silla de oro, más
semejante a un trono que a una curul; su dictadura per
petua, se toma, además, hereditaria, por poco que asocie
a alguien en su poder: y ese alguien fue Octavio. César
representa la autocracia en el presente y la autocracia en
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