Page 89 - Guerra civil
P. 89

INTRODUCCIÓN


           Pompeyo  el  día  quince,  o  en  los  idus  de  marzo  de  44,
           hacia las  once  de  la  mañana.

              Fue para mal del  mundo y no de César:  Augusto adoptó
           el  camino fácil  del  principatus  pompeyano, y  el  esclavismo

           se prolongó intacto, por siglos. En cuanto a  César, siempre
           había  pensado,  como  lo  pone  en  sus  labios  Salustio,  que
            "la  muerte  no  es  un  suplicio,  sino  el  descanso  de  todo
           tormento”,  o,  más  claro,  como  le  hace  decir  Cicerón:

            . .. mortem  a  dis  immortalibus  non  esse  supplici  causam
           constitutam,  sed  aut  necesitatem  naturae,  aut  laborem  ac
           miseriarum  quietem:  “la  muerte  no  fue  establecida  por

           los  dioses  inmortales,  en  calidad  de  tormento,  sino  como
           una  necesidad  de  la  naturaleza  o  como  el  reposo  de  los
           esfuerzos  y  de  las miserias”.

              Por  ello,  séanos  lícito  concluir  este  prefacio  con  una
           cita  de  Anatole  France,  que  viene  aquí  a  propósito:



               ... ese gran  César —afirma  el insigne humanista—,  te­
               nía  el  alma  elegante  y  una  especie  de  dulzura.  Murió
               con  decencia,  bajo  el  puñal  de  sus  asesinos  virtuosos.
               ¡ Día  de los  idus  de marzo, día  para  siempre  funesto en
               que brutos  sentenciosos  destruyeron a ese monstruo en­
               cantador!  Yo soy digno de llorar al  divino julio al  lado
               de Venus, su madre;  y si lo llamo monstruo es por ternu­
               ra,  pues  en  su alma igual  no se  encontró nada  excesivo
               más que el poder. Tenía un natural sentimiento del ritmo
               y de la medida. Se complació, durante su juventud, igual­
               mente en las gracias de  la orgía y la gramática. Era ora­
               dor, y su belleza sin duda adornaba la sequedad volunta­
               ria  de  sus  discursos.  Amó a Cleopatra con esa exactitud
               geométrica que imprimió a todas sus obras.  Puso en sus
               escritos  y  en  sus  acciones  el  genio  y  la  claridad.  Fue
               amigo del  orden y de  la paz  hasta  en  la guerra, sensible
               a  la armonía  y  tan  hábil  constructor  de leyes,  que  nos-



                                            LXXXVII
   84   85   86   87   88   89   90   91   92   93   94