Page 28 - Proyecto Integrado--Jonathan Molina Mesa
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Pero hubo de acabarse sus huevos y se dio cuenta que la gallina dejó de poner, su ama se
incomodó tanto que dejó de darle trigo, diciendo: Gallina que no pone, trigo que no come.
A lo que la gallina, abriendo horrorosamente el pico, contestó: Poner huevos y no comer
trigo, eso no es conmigo. Y abriendo las alas dió un voleteo, se salió por la ventana y
desapareció; por lo que la mujer se cercioró que tal gallina era un duende, que se fue resentido
por la avaricia de la dueña.
Lo que podemos apreciar en este relato es que casi nunca vamos a verlos con su aspecto real.
Ya que gustan de escudarse bien en la invisibilidad. Bien bajo la apariencia de animales
generalmente domésticos, gatos perros o cercanos como gorriones y palomas. Y la
transformación son en segundos.
Aquí en el albaicín tenemos nuestro famoso duendecillo que a veces se dejaba ver y era
conocido por todos por ser el guardián de las aguas. A los duendecillos del agua de aquí les
encanta estar en los aljibes. Es por eso que pasaremos por uno para verlo de cerca.
Así que pasamos por el aljibe del trillo.
El agua que llegaba al Albaicín, procedía fundamentalmente, de la Acequia de Aynadamar,
una acequia con forma de lagrima y que los musulmanes construyeron para disponer a todo
el pueblo de agua. Los aljibes recogían toda el agua y los almacenaba. Había de dos clases los
públicos y los privados. Todas las mezquitas tenían el suyo y servía para la purificación
espiritual antes de entrar en la mezquita y rezar. Estos eran pequeños y se cerraban con una
bóveda. A los pequeños se le contaban la leyenda del duende martinico para que no se
metiesen en el aljibe y pudiesen contaminarla. En la actualidad se encarga de cuidarlos la
Agencia Albaicín en colaboración con la Fundación Agua de Granada. Pero para hablar de
Martinico nos vamos a trasladar al aljibe de san Nicolas que hoy en día este funcionamiento
y así tomar un pequeño descanso.
Es el turno de ascender. Al final de la calle subiremos por la cuesta hasta llegar a la
cuesta del callejón de las Tomasas. Y volveremos a subir por el callejón Atarazan y la
calle Mirador de San Nicolas. Para este largo ascenso nos agarraremos a una cuerda
y cantaremos una canción.
En la provincia de Granada, específicamente en Albaicín, el personaje del duende Martinico
era el custodio de los manantiales y de otros depósitos de agua. El mito de su leyenda como
he dicho era utilizado por los provincianos para ahuyentar a los niños que merodeaban y
evitar así que ensuciaran el agua, la cual era usada para beber dentro de la ciudad y así además
evitar infecciones.
Se dice que Martinico, antes de que fuera el guardián del agua él era un duende
doméstico y pertenecía a una familia. Cuando estaba de buenas ayudaba a sus
quehaceres, pero si se encontraba de malas hacía muchas travesuras.