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iz8           G. Marañón
                            ma más inaceptable de olvidarlo que
                            hacer de la posición elevada pretexto
                           para la extremada grosería.


                           Hablar nial del médico
                           es hablar mal de la Me­
                           dicina.

                              Para mí, lo fundamental de la con­
                           vivencia de los médicos se reduce a
                           no hablar jamás mal de ellos. Conozco
                           varios ejemplares de colegas, correc­
                           tísimos en la reglamentación del trato
                           social, incapaces de faltar a su proto­
                            colo, a veces hasta con perjuicio para
                           el propio enfermo, y que, sin embargo,
                           no tienen inconveniente en censurar la
                            actuación de sus compañeros. Sólo ante
                           graves y comprobables errores cientí­
                           ficos cabe el público disentimiento.
                            Nunca ante diferencias de criterio de
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