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x32           G. Mar aitón
                        de ellas, el niño nace con su aptitud
                        de faltar a la verdad, tan arraigada en
                        su instinto, como el calamar hereda la
                        propiedad de enturbiar el agua, que es
                        también mentir, para escapar de sus
                        enemigos. Por eso hay que «enseñar»
                        al niño a no faltar a la verdad; lo cual,
                        teóricamente, es casi tan monstruoso
                        como lo sería el enseñarle a respirar.
                          El mentir es un pecado tan universal
                        y común, que, sin darnos cuenta, como
                        cosa natural, lo cometemos tantas ve­
                        ces al día, que escapa a los exámenes
                        más rigurosos de la conciencia. Hay,
                        sí, hombres que no mienten por gusto
                        ni por deliberada intención de mentir;
                        y éstos son los que pasan por veraces.
                        Pero aun ellos, sin darse cuenta, faltan
                        a la verdad no siete veces, como el
                        justo, sino setecientas, en esas con-
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