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Vocación y ética J37 I
car a una particular dolencia: la del
enfermo «sediento de mentira», el que
sufre el tormento de la verdad que &
sabe; y pide, sin saberlo, y a veces de
liberadamente, que se le arranque y se
le substituya por una ficción.
El pecado de
la verdad.
¿Cómo va el médico, entonces, a no
mentir? Pecado lleno de disculpas mag
níficas es, por lo tanto, este de mentir
al enfermo que lo necesita. Y, en oca
siones, el pecado se convierte en obli
gación. Lo pecaminoso entonces es la
verdad, que muchos médicos dicen por
vanidad profesional, por el gusto de
acertar, a costa del dolor de sus enfer
mos. Yo he cumplido muchas veces
con mi obligación, ocultando la ver-
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