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x3® G. Mar anón
dad, a sabiendas de que al poco tiem
po aparecería como error mi juicio,
en detrimento de eso que se llama «la
reputación». Pero no tiene temple de
médico el que no sepa, desde los prin
cipios de su profesión, que acaso una
de sus misiones principales es la de
saber sacrificar su reputación, ante el
dolor del prójimo, cuantas veces se
necesite cada día. En esto se parece
el médico al político que ha de saber,
por obligación, «tener la culpa» de fal
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tas en cuya génesis no tuvo ninguna
colaboración. Nada alivia a los pueblos
de sus propios pecados como echarle
la culpa de ellos al jefe del Estado o
al presidente del Consejo de Ministros;
y éste, al igual que el médico, debe
saber recibir con estoicismo la injus
ticia, como una dolorosa obligación.