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x34 G. Marañón
poco a poco, se irían cansando de re
ñir mil batallas cada día, y los demás
les aislarían como a seres anormales y
peligrosos. Porque, en efecto, muchos
de los que consideramos como seres
rebeldes y peligrosos son simplemente
hombres incapaces de mentir, quijotes
de la verdad. Y es que exigimos la
verdad, pero casi nunca la soportamos.
Por eso he escrito alguna vez que el
mérito de la verdad no es casi nunca
de quien la dice, sino casi siempre de
quien sabe escucharla.
Yo he conocido a un hombre ex
traordinario que vivía pendiente de no
decir jamás una mentira. Por de pron
to, tenía que dedicarse exclusivamente
a esto, desde la mañana a la noche,
con lo que no pudo encontrar ocupa
ción fructífera y consumió sus rentas
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