Page 144 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
P. 144

último, la inferior y más cercana al suelo. En la pirámide hay una inscripción

       en caracteres egipcios que registra la cantidad de rábanos, cebollas y ajos que
       consumieron los obreros que la construyeron y recuerdo perfectamente que el

       intérprete que me leyó lo escrito dijo que así se habían gastado mil seiscientos

       talentos de plata. Si esta información es exacta, ¡qué suma enorme se habrá

       gastado  en  las  herramientas  de  hierro  que  se  utilizaron  en  la  obra  y  para
       alimentar y vestir a los obreros, teniendo en cuenta todo el tiempo que duraron

       las obras, que ya se ha indicado [diez años], y el tiempo adicional —que no

       habrá sido poco, me imagino— que se debió de tardar en extraer la piedra,

       transportarla y formar los aposentos subterráneos!».


       A pesar de lo pintoresco de su versión, es evidente que el padre de la historia, por

  motivos que él consideraba sin duda suficientes, inventó un relato fraudulento para

  ocultar el origen y la finalidad verdaderos de la Gran Pirámide. Este no es más que
  uno de los varios casos en sus escritos que inducirían al lector reflexivo a sospechar

  que el propio Heródoto era un iniciado en las Escuelas Sagradas y, por consiguiente,

  que estaba obligado a mantener intactos los secretos de las órdenes antiguas. La teoría

  adelantada por Heródoto y aceptada de forma generalizada en la actualidad de que la
  pirámide  era  la  tumba  del  faraón  Keops  no  se  puede  corroborar.  De  hecho,  tanto

  Manetón como Eratóstenes y Diodoro Sículo están en desacuerdo con Heródoto —y

  también entre sí— con respecto al nombre del constructor de aquel edificio supremo.

  La  bóveda  sepulcral,  que,  según  las  leyes  de  Lepsius  sobre  la  construcción  de
  pirámides,  se  tendría  que  haber  acabado  al  mismo  tiempo  —o  antes—  que  el

  monumento, no se terminó nunca. No existe ninguna prueba que demuestre que fue

  erigida  por  los  egipcios,  porque  carece  de  las  complejas  tallas  que  adornan
  prácticamente  sin  excepción  las  cámaras  funerarias  de  la  realeza  egipcia  y  no

  incorpora  ninguno  de  los  elementos  de  su  arquitectura  ni  su  decoración,  como

  inscripciones, imágenes, cartuchos, pinturas y demás elementos distintivos asociados

  con el arte mortuorio dinástico. Los únicos jeroglíficos que se encuentran dentro de la
  pirámide  son  unas  cuantas  marcas  de  los  constructores  que  estaban  selladas  en  las

  cámaras  de  construcción,  que  fueron  abiertas  por  primera  vez  por  Howard  Vyse.

  Aparentemente,  los  pintaron  sobre  las  piedras  antes  de  colocar  estas  en  su  sitio,

  porque en varios casos las marcas se habían invertido o deformado durante el proceso
  de  montaje  de  los  bloques.  Si  bien  los  egiptólogos  han  tratado  de  identificar  las

  marcas toscas de pintura como cartuchos de Keops, resulta casi inconcebible que este

  gobernante ambicioso hubiese permitido que su nombre real sufriese tales vejaciones.
   139   140   141   142   143   144   145   146   147   148   149