Page 237 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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filosofal. Tras resolver el problema a su satisfacción una vez, Kircher vuelve a
resolverlo —aunque de otra manera— con las siguientes palabras: «Como en Egipto
existen depósitos abundantes de asfalto y petróleo, a aquellos hombres tan hábiles [los
sacerdotes] se les ocurrió conectar un depósito de petróleo, mediante un conducto
secreto, con una o más lámparas provistas de mechas de asbesto. ¡Cómo no iban a
arder para siempre aquellas lámparas! […] En mi opinión, esta es la solución al
enigma de la perpetuidad sobrenatural de aquellas lámparas antiguas».
Montfaucon, en su Antiquity Explained by Montfaucon, coincide en lo
fundamental con las deducciones posteriores de Kircher y cree que las legendarias
lámparas perennes de los templos eran ingeniosos artilugios mecánicos. Añade,
además, que la creencia de que las lámparas ardieran en las tumbas de forma
indefinida era consecuencia del hecho notable de que, en algunos casos, de la entrada
de unas cámaras que se acababan de abrir habían salido unos gases que parecían
humo. Al entrar posteriormente los grupos y descubrir lámparas dispersas por el
suelo, habían supuesto que eran ellas las causantes de los gases.
Existen varias historias interesantes sobre el descubrimiento de lámparas perennes
en distintas partes del mundo. En una tumba situada en la Vía Apia que se abrió
durante el papado de Paulo III se halló una lámpara que se había mantenido
encendida en una cámara hermética durante casi mil seiscientos años. Según una
versión escrita por un contemporáneo, se encontró el cadáver de una hermosa joven
de largos cabellos dorados flotando en un líquido transparente desconocido y estaba
tan bien conservado como si hubiera muerto apenas unas horas antes En el interior de
la cámara había una cantidad de objetos significativos, como varias lámparas, una de
las cuales estaba encendida. Los que entraron en el sepulcro declararon que la
corriente de aire provocada al abrir la puerta apagó la luz y que la lámpara no se pudo
volver a encender. Kircher reproduce un epitafio —TULLI-OLAE FILLIAE MEAE— que
supuestamente se encontró en la tumba, pero que nunca existió, según Montfaucon;
este añade que, aunque no se pudieron encontrar pruebas decisivas, en general se
creía que se trataba del cadáver de Tulia, la hija de Cicerón.
Se han descubierto lámparas perennes en todas las partes del mundo. No solo los
países del Mediterráneo, sino también India, Tíbet, China y América del Sur, han
aportado casos de luces que ardían de forma permanente sin combustible. Los
ejemplos que siguen se han seleccionado al azar de la lista impresionante de lámparas
perennes halladas en distintas épocas.
Plutarco escribió acerca de una lámpara que ardía sobre la puerta de un templo
dedicado a Júpiter Amón: los sacerdotes declararon que se había mantenido encendida