Page 239 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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de pie y golpeó la lámpara con un bastón de hierro, con lo cual la destrozó; de este

  modo impidió que se descubriera la sustancia secreta que mantenía la llama. No se
  sabe cuánto tiempo hacía que estaba encendida, pero no cabe duda de que llevaba una

  cantidad considerable de años.

       Dicen que entre las tumbas próximas a Menfis y en los templos brahmánicos de

  India  se  han  encontrado  lámparas  encendidas  en  cámaras  y  recipientes  cerrados
  herméticamente, pero que, al quedar expuestas bruscamente al aire, se han apagado y

  el combustible que las alimentaba se ha evaporado.

       Actualmente se cree que las mechas de aquellas lámparas perennes estaban hechas

  de  asbesto  trenzado  o  entretejido  —los  alquimistas  lo  llamaban  «lana  de
  salamandra»—  y  que  el  combustible  era  uno  de  los  productos  que  buscaban  los

  alquimistas. Kircher trató de extraer aceite del asbesto, convencido de que, al ser esta

  sustancia  indestructible  por  el  fuego,  un  aceite  extraído  de  ella  proporcionaría  a  la
  lámpara un combustible también indestructible. Al cabo de dos años de experimentos

  infructuosos, llegó a la conclusión de que era una tarea imposible.

       Se conservan varias fórmulas para fabricar combustible para las lámparas. En Isis
  sin  velo,  H.  P.  Blavatsky  copia  dos  de  estas  fórmulas  de  unos  autores  antiguos:

  Trithemius y Bartolomeo Komdorf. Una será suficiente para darnos una idea general

  del proceso:



       Se toman 4 onzas de azufre y alumbre y se subliman en flores hasta dos onzas.

       Añádase  una  onza  de  bórax  cristalino  de  Venecia  (en  polvo)  y  sobre  estos
       ingredientes  se  vierte  espíritu  de  vino  muy  rectificado  para  disolverlos:  a

       continuación extráigase y viértase de nuevo: repítase las veces necesarias para

       que  el  azufre  se  funda  como  la  cera  sin  despedir  humo,  sobre  una  lámina
       caliente de bronce; así se obtiene el pábulo; en cambio, el pábilo se tiene que

       preparar de esta manera: reúnanse hebras de amianto (Lapis asbestos) hasta

       conseguir el grosor del dedo medio y el largo del meñique y colóquense en un

       vaso  de  vidrio  de  Venecia,  cúbranse  con  el  azufre  purificado  o  el  pábulo
       antedicho y colóquese el vaso en arena por espacio de veinticuatro horas tan

       caliente que el azufre no pare de borbotear todo el tiempo. El pábilo que se

       embadurne o se unte con este pábulo se coloca en un vaso en forma de concha

       de  vieira  de  modo  tal  que  parte  de  él  sobresalga  de  la  masa  de  azufre
       preparado; al colocar este vaso sobre arena caliente, hay que fundir el azufre

       para  que  impregne  el  pábilo  y,  cuando  se  encienda,  arderá  con  una  llama

       perpetua y se podrá poner esta lámpara en cualquier lugar, cuando uno quiera.
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