Page 603 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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lengua es la única que la deja salir. En distintas épocas ha habido iluminados que han

  visto, olido, gustado o escuchado la voluntad de Dios, pero no falta mucho para que
  hablen aquellos que han visto, olido, gustado o escuchado y la verdad será revelada.

  Sin embargo, para que se pueda revelar lo que es correcto, el mundo debe superar

  durmiendo  la  intoxicación  de  su  cáliz  envenenado  (lleno  de  la  vida  falsa  del  vino

  teológico) y, tras abrir su corazón a la virtud y el entendimiento, debe recibir el sol
  naciente de la Verdad.



  Capítulo IX. Tenemos una escritura mágica, copiada del alfabeto divino con el cual

  Dios escribe Su voluntad sobre la faz de la Naturaleza celeste y la terrenal. Con este

  lenguaje nuevo, leemos la voluntad de Dios con respecto a todas Sus criaturas y, así
  como  los  astrónomos  predicen  los  eclipses,  nosotros  pronosticamos  los

  oscurecimientos  de  la  iglesia  y  su  duración.  Nuestra  lengua  es  como  la  de  Adán  y

  Enoch  antes  de  la  Caída  y,  si  bien  comprendemos  y  podemos  explicar  nuestros
  misterios  en  nuestra  lengua  sagrada,  no  podemos  hacerlo  en  latín,  una  lengua

  contaminada por la confusión de Babilonia.



  Capítulo X. Aunque todavía hay ciertas personas poderosas que están contra nosotros

  y nos ponen obstáculos —por lo cual debemos permanecer ocultos—, exhortamos a

  aquellos  que  quieran  entrar  en  nuestra  Fraternidad  a  que  estudien  sin  cesar  las
  Sagradas Escrituras, porque quienes así lo hagan no pueden estar lejos de nosotros.

  No queremos decir que el hombre haya de tener la Biblia constantemente en la boca,

  sino  que  debe  buscar  su  sentido  verdadero  y  eterno,  que  rara  vez  descubren  los
  teólogos,  los  científicos  ni  los  matemáticos,  que  quedan  deslumbrados  por  las

  opiniones de sus sectas. Damos fe de que, desde el comienzo del mundo, jamás se ha

  dado al hombre un libro más excelente que la Santa Biblia. Bienaventurado el que la

  posea;  más  bienaventurado  el  que  la  lea:  el  más  bienaventurado  será  el  que  la
  entienda, y el más divino, el que la obedezca.



  Capítulo XI. Queremos que se entiendan bien las afirmaciones que hemos hecho en el

  Fama Fraternitatis acerca de la transmutación de los metales y la panacea universal.

  Si bien somos conscientes de que el hombre puede lograr las dos cosas, tememos que,
  si se limitan a investigar la transmutación de los metales, muchas mentes realmente

  privilegiadas se aparten de la auténtica búsqueda del conocimiento y el entendimiento.

  Cuando un hombre recibe el don de curar las enfermedades, de superar la pobreza y

  de alcanzar un puesto importante en el mundo, lo acosan numerosas tentaciones y, a
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