Page 604 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
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menos que posea verdadero conocimiento y pleno entendimiento, se convertirá en un

  grave peligro para la humanidad. El alquimista que adquiere el arte de transmutar los
  metales de baja ley puede hacer todo tipo de maldades, a menos que su entendimiento

  sea  tan  grande  como  la  riqueza  que  se  ha  creado  él  mismo.  Por  consiguiente,

  afirmamos  que  el  hombre  debe  adquirir  primero  conocimiento,  virtud  y

  entendimiento  y  después  se  le  puede  añadir  todo  lo  demás.  Acusamos  a  la  Iglesia
  cristiana  del  gran  pecado  de  poseer  poder  y  usarlo  de  forma  imprudente;  en

  consecuencia, profetizamos que caerá por el peso de sus propias iniquidades y que su

  corona se malogrará.



  Capítulo XII. Para concluir nuestra Confessio, advertimos encarecidamente al lector
  que  deje  de  lado  los  libros  inútiles  de  los  seudoalquimistas  y  los  filósofos  —tan

  abundantes  en  nuestro  tiempo—,  que  restan  importancia  a  la  Santísima  Trinidad  y

  engañan a los crédulos con enigmas sin sentido. Uno de los principales de estos es un
  actor  de  teatro,  un  hombre  con  bastante  ingenio  para  la  impostura.  El  enemigo  del

  bienestar humano mezcla a hombres semejantes con los que buscan el bien, con lo

  cual hace que sea más difícil descubrir la Verdad. El lector puede creernos: la Verdad

  es sencilla y no está escondida, mientras que la falsedad es compleja, está bien oculta,
  es  orgullosa  y  su  ficticio  saber  mundano,  aparentemente  resplandeciente  de  brillo

  piadoso, se confunde a menudo con la sabiduría divina. Que los prudentes se aparten

  de estas enseñanzas falsas y se acerquen a nosotros, que no buscarnos su dinero, sino

  que les ofrecemos nuestro mayor tesoro sin pedir nada a cambio. No deseamos sus
  bienes, sino que sean partícipes de los nuestros No nos burlamos de las parábolas,

  sino que los invitamos a comprender todas las parábolas y todos los secretos. No les

  pedimos que nos reciban, sino que los invitamos a venir a nuestras majestuosas casas
  y palacios, no por nosotros mismos, sino porque así nos lo ordena el Espíritu de Dios,

  es  el  deseo  de  nuestro  excelentísimo  Padre  C.  R.  C.  y  la  necesidad  del  momento

  presente, que es muy grande.



  Capítulo  XIII.  Ahora  que  hemos  dejado  clara  nuestra  posición,  que  reconocemos

  sinceramente a Cristo, renegamos del papado, dedicamos nuestra vida a la filosofía
  auténtica  y  a  vivir  dignamente  y  a  diario  invitamos  y  dejamos  entrar  en  nuestra

  Fraternidad a las personas de mérito de todas las naciones, que, a partir de entonces,

  comparten con nosotros la luz divina, ¿no querrá el lector sumarse a nosotros para
  perfeccionarse a sí mismo, desarrollar todas las artes y servir al mundo? Si alguien

  está dispuesto a dar este paso, recibirá de una sola vez los tesoros de toda la tierra y la
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