Page 829 - Las enseñanzas secretas de todos los tiempos
P. 829
comienzo al final de la tierra se revela al “profeta” cuando este ve en el plano astral el
arquetipo del hombre en evolución. […] El comienzo de la evolución terrenal se
sustenta sobre los pies ardientes; su final, en la compostura ardiente, y todo el poder
de la “palabra creativa”, que se adquiere al final, se aprecia en la fuente ardiente que
sale de la boca». [216]
En The Restored New Testament, James Morgan Pryse sitúa la relación de las
diversas partes del alfa y el omega en los siete planetas sagrados de los antiguos. Dice
textualmente:
La figura del Logos descrita es una imagen compleja de los siete planetas
sagrados: tiene el cabello níveo de Chronos (el Tiempo): los ojos ardientes de
Zeus, el que todo lo ve: la espada de Ares: el rostro resplandeciente de Helios,
y la túnica y la faja de Afrodita: sus pies son de mercurio, el metal consagrado
a Hermes, y su voz es como el murmullo de las olas del mar (las «muchas
aguas»), en alusión a Selene, la diosa Luna de las cuatro estaciones y de las
aguas.
Las siete estrellas que lleva este Ser inmenso en la mano derecha son los
gobernadores del mundo; la espada flamígera que surge de su boca es el fiat creativo,
o la palabra de poder, que aniquila la ilusión de permanencia material. Aquí se
representa también, con todo su esplendor simbólico, el hierofante de los Misterios
frigios con las diversas insignias que son emblemáticas de sus atributos divinos.
Componen su séquito siete sacerdotes que portan lámparas y las estrellas que lleva en
la mano son las siete escuelas de los Misterios cuyo poder administra. Hacen decir al
archimago —por tratarse de alguien que ha vuelto a nacer de la oscuridad espiritual a
la sabiduría perfecta— lo siguiente: «Soy aquel que vive y antes estaba muerto y he
aquí que estoy vivo para siempre jamás. Amén. Además, tengo las llaves del infierno
y de la muerte».
En el capítulo segundo y en el tercero, san Juan comunica a las «siete iglesias que
hay en Asia» las órdenes que ha recibido del alfa y el omega. Las iglesias, en este
caso, son análogas a los siete travesaños de una escalera mitraica y, como Juan está
«en el espíritu», ascendió a través de las órbitas de los siete planetas sagrados hasta
llegar a la superficie interna del empíreo.
«Después de que el alma del profeta —escribe el autor anónimo de On Mankind,
Their Origin and Destiny—, en su estado de éxtasis, atravesara las siete esferas en su
rápido vuelo, desde la esfera de la luna hasta la de Saturno, o desde el planeta que